Marcos 6, 34-44 “Denles ustedes de comer”.
Me gusta mucho esta frase que se utilizó para un encuentro de catequesis hace unos años. En ese encuentro, la frase se iba dirigida a los niños y jóvenes que recibían la educación en la fe Católica. Jesús se refiere en este Evangelio de Marcos, a la multitud que se encuentra aglomerada, unos cinco mil por lo menos y había que alimentarlos. Con confianza Jesús le dice a sus discípulos “denles ustedes de comer”. Y reunieron unos panes y unos peces y comieron todos hasta saciarse. Lo llamamos el día de la multiplicación de los panes y los peces, porque Jesús hace el milagro de multiplicar los alimentos, para todos aquellos que se reunían en torno a él, para escucharlo hablar de Dios.
Nosotros nos reuníamos también, para oír hablar de Dios, y más importante era que igual que los discípulos de Jesús, nosotros, los catequistas, regresaríamos a nuestras parroquias a darles de comer, la Palabra de Dios, a nuestros alumnos y a todo aquel dispuesto a escuchar la voz de Dios, su Palabra y su mensaje. Como Cristianos, estamos obligados a hablar de él. Sí, a compartir sus enseñanzas para crecer en la fe, para comprometernos a seguir su camino por medio de los pasos de Jesús, imitándolo.
Podemos acercarnos a los demás y llevar hasta ellos la luz de Dios, darles de comer el amor de Jesús. Podemos sentarnos a escuchar hablar de él, de su misericordia, de cómo tuvo compasión de tanta gente, porque sabía que estaban ahí por él, para verlo, para creer, para seguir su camino.
Aumentamos nuestra fe, cuando nos acercamos al altar, cuando hablamos con Dios, cuando escuchamos la voz de Jesús. Nadie dijo que la vida era perfecta, lo que sí nos ha enseñado Jesús, es a ser valientes, a defender nuestra ideología, a tener un corazón dispuesto al servicio, a perdonar y a pedir perdón cuando ofendemos a alguien, para hacerla mejor. Él nos ha enseñado con su ejemplo la compasión, la alegría en el dolor, el saber aceptar lo que está escrito para nosotros aún cuando no entendemos. Y todo esto lo logramos porque en Jesús está nuestra fortaleza, en ese pesebre, nació para vivir como nosotros y para que nosotros viéramos en él un gran ejemplo de amor, de perdón y de compasión y aprendiéramos a imitarlo.
Acercarnos a Jesús es acercarnos a los demás para darles de comer su Palabra de vida eterna.
Propósito de hoy: Permite Padre, que pueda ver en Jesús todo lo que tu me das, con el alimento de tu amor incondicional.