Mateo 2, 1-12 “Hemos venido a adorarlo”.
¡Vamos todos a adorarlo!
¡Adorar al Rey Vivo que viene a nacer en nuestros corazones! ¡Busquemos el camino que nos lleva hasta él!, como hicieron los Reyes de Oriente, siguiendo la luz de la estrella de Belén, que anuncia la Buen Nueva de Dios.
¡Nos ha nacido un Rey!
Podemos imaginar la emoción de los reyes que caminaron hasta encontrar al Mesías, y también podemos vivir esa emoción todos los días de nuestra vida en nuestro propio caminar. ¿Lo sabías? Sí, la búsqueda contínua del Hijo de Dios nos permite aumentar nuestra fe. A Jesús lo encontramos en La Eucaristía, donde se hace presente para vivir en nosotros. Lo encontramos en nuestras acciones de amor, de misericordia y de caridad; porque recordemos que una fe sin acciónes, es una fe vacía.
Adorar al Hijo de Dios es abrir el corazón a la esperanza, porque ponemos nuestra confianza en el Señor, abrimos paso en nuestra mente a su verdad y nos comprometemos al encontrarnos con Jesús en el altar. Él es la luz que ilumina nuestros pasos y remueve la obscuridad que a veces nos ciega y no nos permite ver que es en Cristo que vivimos plenamente.
No tengamos miedo, vamos al encuentro con Jesús, porque es un encuentro de amor. Dejemos de lado a todo aquel que quiere alejarnos de Dios, al Herodes que enfrentamos cada día. Sigamos la voz de los ángeles, como hicieron los Reyes Magos y desviemos el camino de todo aquel que no cree en el Hijo de Dios.
Aprendamos a vivir nuestra fe contra toda tentación, porque la recompensa de adorar a Jesús, nos va a llevar a la casa del Padre, donde nos espera con su amor infinito.
Propósito de hoy: Padre, quiero vivir un encuentro verdadero con Jesucristo, que me lleve a tener una vida abundante de frutos de amor, que siembras en mi corazón.