22 DE NOVIEMBRE: QUE MI TEMPLO SEA DE ORACIÓN, Y NO DE PECADO.

Lucas 19, 45-48 “Todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras”.

Y tú, ¿estás al pendiente de lo que dice Jesucristo? Hay ocasiones en que estamos vulnerables y que sí estamos pendientes de todo, de lo que dicen los demás y también de lo que nos dice Dios.  En este Evangelio de Lucas, algunos estaban pendientes de escuchar a Jesús hablar, esperando que se contradijera porque querían matarlo. Sí, ¿lo puedes creer? Pero también, el pueblo estaba al pendiente de lo que predicaba Jesús, no solo los sacerdotes y los escribas y era tan importante la escucha del pueblo, que éstos no se atrevían a detener a Jesus frente a ellos…no había justificación.

Jesús era sensato, y les reclamaba en esta parte de las escrituras que habían convertido la casa de su Padre en un mercado: “Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”. Y todos estaban atentos.

Jesús habla de amor, nos trae palabras de esperanza, donde el que se siente más fracasado o defraudado encuentra consuelo; palabras que reaniman el alma, que vivifican el motivo de nuestra existencia. Jesús habla y el que quiere escucha y el que no, hace de su casa un mercado para perder de vista el significado de la Palabra de Dios, como los sacerdotes y los escribas de esta historia. ¿Cuánto ruido hay en tu corazón? ¿Cuánta paz compartes con otros? ¿Cómo está el silencio y la armonía en tu mente? ¿Qué tan dispuestos estamos a escuchar la Palabra de vida eterna que nos trae el Hijo de Dios?

Son preguntas que debemos hacernos con frecuencia, día tras día, que debemos mantener vigentes para que nuestro amor y sentido común no caduque. Que la casa de Dios, que está vivo en nosotros, nunca sea una casa vacía de oración y mucho menos llena de banalidades mundanas que solo nos alejan de Jesús. No, ¡hay que ponerle intención a nuestra vida!, que tenga sentido y que vaya dirigida al servicio al prójimo, al perdón y al ministerio de proclamar la Palabra de Dios a cada paso que damos. Sí, vamos sembrando empatía, bondad, misericordia y principalmente amor en el corazón de aquel que viaja a nuestro lado; que al recorrer el camino, nos reconozcan por el fruto que cosechamos, al igual que nuestro Hermano, que nuestro Padre y que nuestro Amigo Jesús de Nazaret.

Propósito de hoy: Jesús mío, aumenta mi fe para escuchar siempre tu voz guiarme por el camino, hasta llegar a tu lado, sin convertir mi casa en un lugar vacío, lleno de pecado como esa cueva de ladrones que nos relata el Evangelio de Lucas.