Lucas 14, 20-24 “Dichoso aquel que participe en el banquete del Reino de Dios”.
Para participar en el banquete del Reino de Dios, debemos conscientemente saber el significado. Y podemos empezar por imitar a Cristo en la obediencia que demostró ante lo que estaba escrito para él, siendo el Hijo de Dios.
Jesús fue un hombre que vino al mundo con la gran tarea de darnos la salvación. Él vino y con su muerte, nos dio la vida.
Y la pregunta es: ¿Qué tenemos que hacer para llegar a ese banquete?:¡Servir!
Cuando nos disponemos a ayudar a los demás, estamos dandole un sentido a nuestra vida; dejamos el ego atrás que solo nos permite pensar en nosotros mismos, o lo que es conveniente para nosotros, para acercarnos a la sensibilidad de poder entender que existen personas en nuestro camino que nos necesitan. Que podemos ser esa mano amiga que facilita oportunidades, que abraza y consuela; que escucha y aprende. Podemos servir a nuestros padres y hermanos, al extraño que busca donde apoyar su cabeza, y animar al que se siente fracasado y desesperado. Es en el servicio que se ven nuestras obras de misericordia, porque atendemos las necesidades de los demás, tal y como hizo Jesús, con el amor en su corazón. Él nos da la pauta para reconocernos hijos de Dios y para visualizar el alcance de nuestra voluntad; fuimos hechos a su imagen y semejanza, por consiguiente si él nos dió ejemplos de humildad, nosotros debemos replicarlos. Y no solo repetir lo que él hizo, como sanar, aliviar, distinguir, escuchar, dignificar, amar, sino que hacerlo todo con amor, por el amor del Padre.
Si nos conducimos con violencia o resentimiento al ayudar a nuestro hermano, entonces no estamos cumpliendo con la voluntad de Dios. Y es que, es en la bondad y la alegría de hacer algo por alguien que necesita apoyo en cualquier circunstancia o dificultad, que cumplimos con nuestro propósito en la vida, que se deduce al servicio amoroso hacia otros.
Qué tal si a partir de hoy, cambiamos un poco nuestra manera de actuar y tomamos la decisión de vivir sin odios en el corazón. Vamos dejando atrás todo aquello que nos impide pedir perdón o perdonar, hagamos un examen de conciencia en la intimidad con Dios para reconocer en donde estamos fallando y recapacitar en el amor de Jesucristo para que nos de la fortaleza que nos hace falta para sentir, pensar y vivir como él.
Seamos portadores de amor y de paz en cada lugar donde nos encontramos para ser reconocidos por Dios y poder sentarnos a su lado en el banquete del Reino de los Cielos.
Propósito de hoy: Quiero ser parte de los elegidos a tu Reino, llevando una vida ejemplar, donde comparta mis dones y talentos con mi familia, amigos y todos aquellos con quienes camino cada día.