En el Cenacolino, recordamos el don supremo de Jesús en la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía. Este acto es la entrega total de sí mismo, no solo en el pan y el vino, sino como un modelo para nuestra vida cristiana: dar la vida por los demás. En esta contemplación, estamos llamados a revivir el profundo misterio de su amor sacrificado, que nos invita a compartir la misma misión de entrega, servicio y comunión con nuestros hermanos. Es un momento de profunda gratitud y renovación en nuestro compromiso en el seguimiento de Cristo.
✝️ Lecturas: Lc 22,7-38 | Juan 13, 1-20
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