26 DE OCTUBRE: NO QUIERO ENCONTRAR CULPABLES.

Lucas 13, 1-9 “¿Piensan que eran más culpables que los habitantes de Jerusalén?”

Cuando hablamos de culpa, creo que debemos también hablar de quiém está dispuesto a aventar la primera piedra. Hablamos de conciencia, de educación y formación de la misma, para poder ejercer un juicio justo sobre la culpa y los culpables en cualquier situación.

Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, que “la educación de la conciencia es una tarea de todos los días, ya que desde los primeros años de vida, despierta el conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida como la conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o sana del miedo, del egoísmo y del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. La educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón.”

La conciencia moral se forma por medio de la fe, en la oración, porque es una luz que nos ilumina a través de la Palabra de Dios. Y retomando las palabras de Jesús en este Evangelio de Lucas, ¿quién era más culpable? Tal vez todos somos culpables. Si, porque un día tratamos a otros con soberbia, con altanería, sin compasión; o tal vez pudimos darle de comer al que tenía hambre y no quisimos hacerlo; o simplemente dejamos de respetar a nuestros padres, creyendo que somos mejor que ellos. Culpamos a alguien porque no quisimos perdonar, porque la dureza de nuestro corazón no nos permitió ser misericordiosos como lo fue Jesús en la cruz; castigamos al que no entendimos porque no pensaba como nosotros y lo juzgamos por nuestra ignorancia y carencia de empatía, cuando, tal vez, esa persona sufría más que nuestro egoísmo y no pudimos ver su dolor.

Cuando nos acercamos a Dios en la oración, podemos ver con esa luz que es su Palabra. Nos preparamos moralmente para aceptar al otro con sus errores y faltas y nos disponemos a perdonar más que a culpar; porque todos tenemos culpa, así como todos llevamos al Hijo de Dios a una muerte que no merecía, solo porque al hablar no pudimos entender sus palabras y tampoco nos preocupamos por escuchar con el corazón…y solo eran palabras de amor.

Propósito de hoy: Padre, permíteme entender a los demás y estar dispuesto a perdonar para poder vivir en el amor de Cristo, tu Hijo amado y aprender que su sacrificio fue suficiente para dejar de encontrar culpables cuando no entendemos lo que dicen.