23 DE OCTUBRE: ME PREPARO A RECIBIRTE EN MI CORAZÓN.

Lucas 12, 39-48 “Estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre”.

Entre tantas actividades diarias que ocupan nuestra atención, ¿cuánto tiempo separamos para ofrecérselo a Dios? Para muchos de nosotros, ir a misa el domingo es ya un esfuerzo, y si lo pensamos bien ¡es solo una hora a la semana!

¿Cuantas horas del día dormimos?, ¿Cuántas descansamos? ¿Cuánto tiempo lo pasamos en el gimnasio? ¿En el trabajo o la escuela? ¿Cuántas horas perdemos el tiempo, sí, ese tiempo que no es productivo en ningún sentido? Y si hacemos las cuentas ya nos pasamos las 24 horas que dura un día. Si y ¿Cuánto tiempo invertimos en los alimentos? Para aquellos que vivimos de prisa, que ni tiempo nos damos para comer, tal vez sería 2 horas al día, o para quienes le damos importancia a nuestra alimentación digamos que 3 horas diarias si no es que más, porque queremos estar muy bien nutridos. Y en esta dosificación de horas, se nos olvida que el alimento para el alma es el que más nos nutre. ¡Sí, La Eucaristía!…Y solo le damos una hora a la semana y a veces hasta renegamos para ir a misa.

En el Evangelio de Lucas de hoy, Jesús nos invita a estar preparados. Y es que cuando él venga a tocar nuestra puerta nos debe de encontrar con la disposición de abrir esa puerta y de seguir el camino que viene a enseñarnos. Y ese camino, no es otro que la bondad y el amor. Quiere que aprendamos a orar y a entregar nuestro día a día a un encuentro con él. Sí, aquí donde estamos, donde estás tú y donde estoy yo; sin hacer algo extraordinario.

Es el la rutina diaria donde vivimos ese encuentro con el Señor.

Estar preparados para dar lo mejor que podemos dar, ese es el camino a la santidad. Soy buen padre, buen hermano, buena esposa, buen alumno, buen amigo y lo soy por que en mi corazón hay una fuerza que me llega de Dios para procurar el bien. Todos tenemos esa fuerza, solo hay que dejarla fluir, ahí en el lugar donde estamos, ¿lo has intentado? No hay que salir de la rutina y hay que hacerlo con el corazón de Cristo Jesús.

Cuando menos lo esperamos Jesús entra en nuestra vida, se hace parte de nosotros, ¡porque nosotros lo dejamos entrar! Vivir una vida de entrega, al servicio de los que nos acompañan en el camino, en la misericordia de Dios, con el ejemplo, dando testimonio de que conocemos a Jesús porque hablamos de él, porque recibimos dones que nos asemejan a él. Agreguemos a nuestra rutina diaria la oración, encomendarnos a Jesús, a María nuestra Santísima Madre, acerquémonos a los valores que Dios nos ha enseñado por medio de su amadísimo Hijo y así saber que dentro de todo el alimento diario nunca nos olvidamos del más importante que es: el amor de Dios.

Propósito de hoy: Padre, permite que cambie mi corazón para querer esperar tu llegada a mi vida cada día y ser fiel a tu Palabra de vida eterna para estar siempre preparado para recibir tus bendiciones.