9 DE OCTUBRE: ES EN LA ORACIÓN QUE TENGO MI ENCUENTRO CONTIGO.

Lucas 11, 1-4 “Señor, enséñanos a orar”.

La oración de Jesús hacia su Padre era hecha con tal devoción que sus discípulos podían sentir el fervor con que nuestro Señor rezaba y éstos le dijeron, tal y como hacemos nosotros: “Señor, enséñanos a orar”. Podemos imaginar el rostro de Jesús cuando hablaba con su Padre, lleno de gozo y de un amor incalculable.

Es en la oración, en el perdón, en la misericordia de Dios, que Jesús se hizo Hombre para que pudiéramos identificarnos con él, para que al escucharlo pudiéramos oír su voz, con su mensaje de amor; Jesús en la Eucaristía se da a nosotros, es una entrega total para renacer cada día a una nueva vida, con una nueva oportunidad para amar y ser feliz. Una oportunidad para perdonar y pedir perdón a nuestros hermanos y para saber escuchar. Escuchar con el corazón. Tal como hizo Jesús y con amor, reconociendo la fe en sus discípulos, que somos nosotros, nos enseñó a rezar.

Entonces Jesús les dijo: “Cuando oren, digan:

Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación”.


Y aprendemos cada vez, que, al rezar el Padre Nuestro, estamos hablando con Dios. Nos dirigimos a él con el amor purísimo de su Hijo Jesucristo y lo alabamos, lo reconocemos en nuestra oración y le pedimos perdón, le agradecemos y suplicamos para que nos aleje de todo mal. Y Dios nos escucha, hace milagros en cada uno de nosotros, nos da muchas oportunidades y solo nos pide que no nos olvidemos de él. De su presencia en nuestro camino, como guía, como verdad y como vida.

Nunca nos olvidemos de rezar, y si aun no hemos aprendido las oraciones, recemos como Jesús lo hizo, con sencillez y humildad, con confianza como si estuviéramos hablando con quien nos ama por sobre todas las cosas, recemos a nuestra Madre, María, pidámosle que nos cobije con su manto. No nos olvidemos de Dios, ni de Jesús ni de María, porque al final del día son ellos los que nos llevan de la mano para salir adelante, nos fortalecen y nos aman, no dejemos de hablar con ellos, todo el tiempo, así con honestidad, con fe y con ese gran amor, que han puesto ellos, en nuestro corazón.

Propósito de hoy: Que mi vida esté en constante oración, que tenga la fe de María y que jamás me canse de compartir con los demás las bendiciones que recibo constantemente en mi vida.