30 DE SEPTIEMBRE: QUIERO SER COMO UN NIÑO PARA COMPARTIR TU AMOR CON LOS DEMÁS.

Lucas 9, 46-50 “El más pequeño entre todos ustedes, ése es el más grande”.

Ser pequeños, ser grandes, entrar en el Reino de Dios ¿Qué significa?

Nos preguntamos con frecuencia y la respuesta se enfoca siempre en la humildad. Los discípulos hablan en este Evangelio de Lucas sobre quién es el más grande y no están hablando precisamente de la estatura, no, sino de importancia, ¿Quién es más importante para el Maestro? Y entonces Jesús les dice: “El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado”. Y con esto nos habla de la importancia de nuestra humildad para poder llegar al Reino de Dios.

Igual podemos hablar un poco de la inocencia de un niño, que aún no tiene maldad en su corazón y eso lo asemeja mucho a Jesús, más que un adulto que ha conocido la maldad y que decide actuar en contra de los demás por su propia voluntad. En cambio, un niño, aún vive con esperanza, confía en los demás, sonríe siempre, hace preguntas con interés genuino, no sabe juzgar y sus opiniones son honestas. Un niño no tiene miedo, aún no lo ha aprendido. Un niño se acerca a abrazarnos sin motivo y a decirnos que nos quiere, o nos ama sin esperar algo a cambio; un niño no sabe de sufrimiento ni dolor y eso lo hace fiel y empático cuando ve a alguien llorar y sin entender por qué, se acerca a consolarlo. Igual que hace Jesús con nosotros y quisiera que recibiéramos a ese niño en nuestro corazón para actuar igual que él, que es un reflejo de Jesús mismo.

Y en esa manera de actuar, podríamos pretender que somos los más grandes, porque con un corazón que sabe amar, se puede sembrar por el camino de la vida, para cosechar fruto bueno, abundante, fecundo.

Tener un corazón agradecido abre las puertas de muchos lugares. Somos bienvenidos con nuestra bondad y nuestra disposición al servicio a los demás. Ser buenos ahí donde estamos, no tenemos que salir muy lejos ¡podemos empezar en casa! ayudando a mamá, o al hermano en sus labores de la escuela; podemos aprender a escuchar a quien necesita un hombro para recargarse, tratar con amabilidad a quienes nos rodean, enseñar a otros a rezar, a vivir la Palabra de Dios con nuestro ejemplo.

Ser el más grande, requiere que no queramos ser reconocidos por lo que hacemos, al contrario, hacer el bien en silencio, porque nuestra recompensa está en el cielo.

Propósito de hoy: Padre, dame la gracia para siempre conservar la humildad de mi corazón y aprender a ser como un niño rebosante de tu amor, para poder compartirlo con los demás.