25 DE SEPTIEMBRE: EN MI CASA HAY LUGAR PARA TI.

Lucas 9, 1-6 “Si en algún pueblo no los reciben, salgan de ahí y sacúdanse el polvo de los pies en señal de acusación”.

El propio Jesucristo nos dice que si alguien nos recibe de mala gana, o simplemente no nos recibe con alegría, que salgamos de ese lugar sacudiéndonos los pies, hacia un mejor lugar. No todos somos monedita de oro, ¿Verdad? Jesús también fue mal recibido en muchos pueblos, lo sacaban de las sinagogas, lo apedreaban y todo porque llegaba con un saludo de paz.

En la tierra, en el cielo, en el mar, luchamos por sobrevivir, por salir adelante, por superarnos unos a otros sin darnos cuenta que la competencia más grande de nuestra vida es con uno mismo. Querer ser mejor que el de enfrente, es un reto que nos lleva a muchas emociones negativas. Nosotros no sabemos la capacidad del de enfrente, ni el tiempo que lleva esforzándose por lograr sus metas, pero si sabemos el nuestro. Cuánto llevo estudiando, ensayando, preparándome para ser mejor cada día porque esa es la manera en que debemos visualizar las cosas, las oportunidades, nuestro triunfo sobre el mal. Dios nos invita a que dejemos nuestras comodidades para trazar un camino personal con él, que nos permita reconocer que no hay por que envidiar a otros, ni por qué querer competir con alguien que no es nuestro propio yo. Es entonces, cuando seremos capaces de recibir a todo el que llega a nuestra casa, con una palabra de amor, que es la que nos trae Jesucristo. Poder abrir la puerta de nuestro corazón para aprender más sobre él; sobre su bondad y su amor y su perdón.

Debemos estar preparados para recibir la palabra de Dios, al Verbo encarnado, a Jesús Eucaristía y poder abrirle la puerta. Prestos a darle la bienvenida a alguien diferente, a quién viene a conquistarnos con luz y esperanza, al que con su ejemplo de nobleza pidió perdón por nosotros. Listos para dejar pasar a la verdad y aprender de él, que lo más valioso que tenemos se encuentra al abrir nuestro corazón a los demás.

Propósito de hoy: Hoy abro mi casa al amor, dejo entrar la verdad y espero con humildad y paciencia a que Dios quiera entrar en mi corazón, con la alegría con que yo lo estoy esperando.