18 DE SEPTIEMBRE: QUIERO CONOCERTE MÁS CADA DÍA PARA ENCONTRAR EL CAMINO A TU VERDAD.

Lucas 7, 31-35 “Sólo aquellos que tiene la sabidurÍa de Dios, son quienes lo reconocen”.

Y tú ¿Tienes la sabiduría de Dios?. Tal vez nos preguntemos: ¿Eso que significa? Bueno, la sabiduría de Dios es saber reconocer la voluntad de Dios y actuar en razón de él.

No se requiere ser teólogos, o doctores en religión para entender las cosas de Dios; recordemos que Jesús siempre se refiere a los humildes de corazón, como aquellos que lo entienden mejor, y es que podemos ver que los que tiene humildad en el corazón son los que más se parecen a él, por su sensibilidad ante el dolor y el sufrimiento de otros, ante la verdad de Dios y el perdón.

Jesús compara en el Evangelio de hoy, a los hombres de esta generación como niños que juegan en la plaza: “Tocamos la flauta y no han bailado, cantamos canciones tristes y no han llorado”. ¿Acaso será porque hemos dejado de ser vulnerables ante lo que tenemos frente a nosotros?. Igual nos habla de Juan el Bautista, de cómo les parecía un endemoniado por que no comía pan ni bebía vino y luego llegó él que sí lo hacía y lo tacharon de “glotón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores”, como si lo que motivara a su pueblo fuera criticar, juzgar y maldecir a quienes no eran como ellos.

Y en estos tiempos, no hemos cambiado mucho. No nos alegramos de ver felices a los demás, desarrollamos un celo y una envidia que nos lleva a criticar, porque creemos que si nosotros no hemos encontrado la felicidad de Dios, nadie más puede tenerla tampoco. Nos enfocamos en los demás y nos olvidamos que la primera regla de vida es amar a Dios y luego amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos, pero,  ¿Qué pasa si no nos amamos a nosotros mismos?…criticamos, somos egoístas, juzgamos, no podemos dejar a los demás estar en paz. Y la paz viene de adentro, de nuestro corazón, de la manera en que visualizamos nuestra vida y nuestras acciones.

Aún no entendemos que ”vivir” a Dios, es lo que nos da la fuerza para hacer las cosas mejor, es de la mano de Dios que aprendemos la verdadera felicidad, el camino, la verdad y la vida que vienen de él. Y podemos acercarnos a la sabiduría de Dios en la Eucaristía, en el perdón y principalmente en el amor.

Propósito de hoy: Padre, que mi aprendizaje no acabe jamás y que mi amor por ti sea verdadero para que crezca y sea mi corazón quién de testimonio de tu voluntad en mi camino.