10 DE SEPTIEMBRE: FORTALECE MI FE EN LA ORACIÓN.

Lucas 6, 12-19 “Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios”.

¿Sabías que Jesús, siendo su Hijo, también le rezaba a Dios, su Padre en el Cielo? Así es. Siendo Dios mismo hecho Hombre, ¡también oraba!

La oración nos hace entrar en comunión con Dios, es a él a quién acudimos con fervor y devoción cuando necesitamos que nos ayude, es en la oración que le hablamos para agradecer las bendiciones que recibimos cada día. Al orar, también nos acercamos a él en silencio, cuando necesitamos tomar decisiones y es que es la luz de Dios, la que nos ilumina para saber qué es lo mejor para cada uno de nosotros y todo lo hacemos, por medio de la oración. ¿Lo has pensado?

Amanecer y decirle: “Padre ¿Qué quieres que haga?”, es una manera de reconocer que creemos en él, que confiamos y que nos sentimos protegidos.

Recuerdo que en mis clases de catecismo, le enseñaba a mis alumnos a levantarse con éste pensamiento y me gusta pensar, que ahora que ya son adultos, siguen encomendándose a Dios cada mañana. “¿Qué quieres que haga?” Es una entrega de amor que le ofrecemos a Dios, para que bendiga nuestro día.

Este Evangelio de Lucas, nos narra que esa noche que Jesús subió a orar a su Padre, regresó con la sabiduría de elegir a los 12 apóstoles que lo seguirían durante su vida pública. Él, se encomendó a Dios, como hacemos nosotros, para hacer lo que convenía en ese momento. Eligió a quién lo traicionó, a quién lo negó, a quién dudó de él…eligió a hombres pecadores, como tú y como yo y a todos los trató con amor y los perdonó, igual que hace contigo y conmigo. Nos elige cada vez y nos perdona aún más veces y todo lo hace porque nos ama y busca que nos demos cuenta que está presente en nuestro camino. Solo hay que buscarlo y aceptarlo, para dejarlo entrar a nuestro corazón con su regalo de amor.

La oración, nos enseña la Palabra de Dios, nos invita a un diálogo continuo con Jesús, nos abre el corazón para amar. La oración nos lleva a la fe.

Propósito de hoy: Padre, quiero que me sigas enseñando a orar, como Jesus oró en el monte, porque quiero que mi fe se vea fortalecida por tu voluntad.