18 DE AGOSTO: TÚ ERES EL PAN QUE ME DA LA VIDA.

Juan 6, 51-58 “Éste es el pan que ha bajado del cielo”.

¡El pan de vida es Jesucristo! El Hijo de Dios, el Mesías, el Maná en el desierto que viene a traerlos el alimento que nos va a permitir llegar a la casa del Padre. Nos trae la paz, la Palabra de vida eterna, la esperanza, la salvación de las almas, el perdón de los pecados.

Todos los que comemos del cuerpo de Cristo y bebemos su sangre en la Eucaristía, nos acercamos al corazón de Jesús. Aceptamos la verdad de Dios, creemos que es un río de agua viva, porque estamos recibiendo la vida misma del Creador. Cuando seguimos los pasos de Jesús, en la bondad, en el perdón, en la compasión, podemos dar testimonio de que nuestra fe es firme, que nuestros valores morales tienen un sentido en nuestra vida y que nos regimos por el amor de Dios, en nuestro corazón.

El Pan que ha bajado del cielo y que vino a enseñarnos que somos nosotros los que podemos ser testigos del infinito amor de Dios, es Jesucristo. Como cristianos debemos dar fe de que Jesús es el Hijo de Dios y lo podemos hacer cuando seguimos las obras de misericordia, cuando las bienaventuranzas son parte de nuestra vida y queremos, por amor, ser personas de bien, como ayudar al necesitado, vestir al que está desnudo y curar al enfermo o visitar al que está preso, porque si tenemos un corazón puro, alcanzaremos a ver a Dios y si buscamos la paz vamos a ser llamados hijos de Dios.

Ver el rostro de Jesús es tener caridad y ver su rostro en los demás, es sentir que estamos bendecidos, que buscamos una perfección en nuestra vida moral, siguiendo los mandamientos para alcanzar la felicidad que Dios ha creado para todos nosotros. Vivamos con alegría el amor que Jesús ha traído a nuestra vida en la Eucaristía, preparémonos para recibirla y estar en armonía con nosotros mismos y con las personas que nos rodean.

Propósito de hoy: Reconocer a Jesús en la Eucaristía y saber que es el pan que me da la vida y el deseo de vivir en la plenitud de su amor.