13 DE AGOSTO: SOY COMO UN NIÑO QUE RECIBE TU AMOR EN EL CORAZÓN.

Mateo 18, 1-5, 10. 12-14 “¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?”

Jesús nos habla de nuestro carácter en este Evangelio de Mateo. Cuando le preguntan sus discípulos sobre la presencia del más grande para Dios, Jesús les responde que es un niño. Pero, ¿Cómo un niño?, ¿Por qué no dijo que un sabio, o un rico, o alguien de importancia socialmente, o simplemente que uno de nosotros, adultos? Tal vez porque ya perdimos la inocencia que tuvimos cuando éramos niños.

Crecemos y vamos tomando lados, nuestra ideología tiene como motor salir adelante, triunfar en la vida, a veces hacer trampa o dejarse llevar por las tentaciones del mal y dejamos de dar respuestas con el corazón. Perdemos la inocencia al ver las cosas sencillas, le ponemos nombre a todo y nos olvidamos de que, la honestidad y chispa que tuvimos de niños, debería seguir siendo parte de nuestra razón de ser. Cambiamos el amor por la venganza, dejamos de querer ayudar a los demás como reacción lógica y ahora lo cuestionamos todo para ver si nos conviene o no. Y también, nos hemos llenado la cabeza con ideas absurdas que nos han alejado de Dios, en lugar de llamarle “Papá Dios”, o de rezarle al Angel de la Guarda todas las noches, o de correr a la iglesia con alegría e ilusión de encontrarnos con María, nuestra madre y madre de Dios.

¿Puedes recordar cuando eras un niño, amabas con intensidad, creías en la palabra de tus padres, dabas por hecho que alguien te amaba, no tenías dudas, eras tal vez, más feliz? ¡Tenías confianza y creías en el Niño Dios! Ahora de grandes, muchos nos hemos olvidado de Dios, dudamos de su presencia en nuestro corazón, cuestionamos si es o no real y dejamos de tener fe. No somos valientes, olvidamos qué es la bondad, no pensamos en el servicio que podemos hacer a los demás ahí donde estamos, somos intolerantes y nuestro orgullo no nos deja pedir perdón.

Ser como un niño, es actuar con alegría y recibir las cosas que tenemos con ilusión, es hablar de Dios con emoción y desarrollar nuestros dones y virtudes sin presunción. Ser como un niño es decirte “perdóname”, es darte las gracias por ayudarme, es ser feliz y traer la paz a los que me rodean. Ser como un niño puede cambiar nuestra manera de vivir nuestra vida. Aún estamos a tiempo para mejorar nuestra vida y darle valor a las cosas importantes que vienen del entendimiento de Dios.

Propósito de hoy: Reactivar mis sentidos para creer y amar como un niño que está lleno del amor de Dios.