10 DE AGOSTO: SIGO TUS PASOS DE AMOR.

Juan 12, 24-26 “El que quiera servirme, que me siga”.

Servir a Jesucristo, a Dios mismo ¿Que quiere decir?

Muchas veces nos preguntamos cómo servir a Dios y creemos que es en las parroquias, en el templo ayudando al sacerdote, o cantando en el coro, o como acólitos, o lectores y se nos cierra el mundo cuando creemos que eso es un servicio que nos compromete y que no estamos dispuestos a hacer, porque requiere de nuestro tiempo. Es verdad que es una hermosa manera de servir a Dios, en el servicio de la Eucaristía, sin embargo no es la única manera de hacerlo, no. Por si eres de las personas que tienen este pensamiento, vamos viendo que otras alternativas hay para seguir a Jesús en el servicio.

Nosotros fuimos creados a imagen y semejanza de Dios para poder relacionarnos con él, con la misma dignidad, reflejando su belleza, su grandeza, su inteligencia por igual. Nadie es más ni menos, todos iguales y en esta creación nos dió su amor y nos ha llenado de él para que seamos fieles a su palabra y podamos esparcir por todo lugar al que llegamos ese amor que sana y que cura y abraza a nuestros corazones. Por consiguiente, servir a Dios y a Jesucristo es servir a nuestros hermanos, es adoptar las obras de misericordia como algo natural en nuestra vida diaria. Es atender al enfermo, alimentar al que tiene hambre, vestir al desnudo, dar de beber al que tiene sed, dar posada al peregrino, visitar al que está preso y enterrar a los que mueren. Y muchas veces tenemos la oportunidad de ayudar a alguien y nos quedamos callados o con los brazos cruzados. Pensamos que son otros los que tienen que servirnos a nosotros porque creemos que nuestra posición social o laboral amerita ser servidos y es ahí, donde debemos detenernos a escuchar las palabras de Jesús cuando nos dice: “El que quiera servirme, que me siga”. Servirlo a él es recordar que somos una humanidad frágil y que todos necesitamos de todos. Ni yo soy más que tú, ni tú lo eres más que yo, somos creados de la misma manera y con el mismo amor, solo debemos aprender que nuestro lugar está en servir y no en mandar a los demás.

Servir a Dios es ser testimonio de Jesús, es imitarlo en el servicio, en el amor y en el perdón, es darnos oportunidades unos a otros como esas 70 veces 7 oportunidades que nos da el Hijo de Dios. Seguir a Jesús es dejar nuestras vanidades y egoísmos como parte de un pasado que tal vez, solo nos ha causado dolor y enemistades; es querer ser la semilla que da fruto, o el buen pastor que cuida a su rebaño, o la samaritana que trajo agua a Jesús exponiendo su vida. Todos debemos querer ser como Jesús y vivir en plenitud, con la esperanza de que juntos podemos crear un mundo lleno de armonía. Para esto hay que perdonar y servir a quién camina junto a nosotros.

Propósito de hoy: Quiero poder servir a los demás con amor y entrega, imitando los pasos de Jesucristo, para saberme también, amado por Dios.