9 DE AGOSTO: ACEPTO MI CRUZ PORQUE TE AMO.

Mateo 16, 24-28 “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga”.

Te has preguntado, ¿Qué quiere decir Jesús cada vez que dice que renunciemos a nosotros mismos? ¿Será que quiere que dejemos de ser nosotros mismos?. Es un buen tema de análisis personal, que podemos tener el día de hoy…o todos los días.

Desde que somos pequeños, la tradición del ser humano es competir unos con otros por el primer lugar, a ser mejor que nuestros hermanos, a llegar primero al fin de la carrera, a estar más delgado, a trabajar para ser el jefe y ganar más y a consecuencia tener el auto más caro, la casa más grande y tener poder. Y si nos ponemos a pensar, de tanto esfuerzo que hacemos desde chicos, ¿Cuánto hay en nuestra formación de las cosas de Dios? Como Católicos, somos bautizados al nacer, nos llevan a la preparación de la Primera Comunión a eso de los 8 años por dos años y luego a la Confirmación dos años más y luego llegamos a la mayoría de edad. Recordemos que en esos 4 años de preparación sacramental, tal vez son dos horas por semana, durante unos 8 meses al año. Algo así, ¿Verdad?

Entonces, ¿Qué tanto nos preparamos para tomar nuestra cruz y seguir a Jesús? En un concepto general, nada. No sabemos qué es lo que nos pide Jesús con las palabras de éste Evangelio. “El que pierda su vida por mí, se salvará”. Y él dará a cada uno lo que merece según sus obras.

Pero, ¿Cuáles obras? Porque todos somos buenas personas, pero llegar a casa del trabajo a sentarse a ver la televisión y no hacerle daño a nadie, nos convierte, tal vez, en buenas personas porque no hacemos nada más y también hay algo que se llama pecado de omisión.  Habiendo tantas cosas que hacer, como asistir a tomar la Eucaristía, o ayudar a alguien que nos necesita, o ir visitar al que está enfermo, o sentarnos a escuchar al que está solo, se convierten en obras reales que hacemos con amor en el servicio a los demás y entonces es cuando se nos dará según nuestras obras. Cuando dejemos nuestro “yo” de lado y nos preocupemos por otros, y cuando sepamos aceptar las cosas que nos ha tocado vivir, el dolor, el sufrimiento, las desdichas, es entonces que podremos cargar esa cruz que nos toca, para ser perdonados por el mal que hacemos cada día. Carguemos nuestra cruz con alegría y eso es algo que podemos hacer cuando no solo nos quedamos con las enseñanzas que nos dieron antes de ser mayores de edad, sino cuando en nuestra edad adulta y consciente, nos encontramos personalmente con Dios y le pedimos que nos ayude a aumentar nuestra fe y a renunciar a nuestros egoísmos para poder seguir a su hijo Jesucristo.

Propósito de hoy: Padre, dame la fortaleza de tu amor para aprender a perdonar a quien me ofende y a pedirle perdón a quien yo he ofendido para poder seguir con alegría a tu Hijo amado.