5 DE AGOSTO: AGRADEZCO TU SACRIFICIO POR MI.

Mateo 14, 13-21 “Se dirigió a un lugar apartado y solitario”.

Éste día, que nos relata el Evangelio de Mateo, Jesús se enteró de la muerte de Juan el Bautista, su amigo y aquel que vino antes que él, a anunciarnos su llegada; como nos dice el Canto de Zacarías: “Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados”.

Jesús quiso estar solo, pero la gente lo siguió y se da a lugar el evento de la multiplicación de los panes, como nos dice el Evangelio, que minimiza el dolor de Jesús ante la muerte de su amigo. ¿Cuántas veces nos pasa lo mismo? Que nos encontramos ante un dolor profundo, pero la vida continúa y no podemos detenernos ni un momento, como le sucedió a Jesús. Él vió la necesidad de aquellos que tenían fe en su Palabra y los curó una vez más, y ante la falta de alimentos para todos aquellos que venían a buscarlo, porque lo reconocían como dijo Juan, como el salvador y el que perdona los pecados, que Jesús milagrosamente tuvo comida suficiente para todos.

Vemos que el servicio al prójimo tuvo mayor relevancia para el Hijo de Dios, más que su dolor y su búsqueda de soledad en un momento, que seguro fue difícil para él. Nos da otra prueba más de su misericordia y de su compasión, nos pone de nuevo antes que a él mismo, o de su dolor, como hizo en la cruz. Nuestra salvación era mayor que su salvación, que, como El Cordero de Dios, se dejó crucificar pidiendo por nosotros: “Señor, perdónalos, que no saben lo que hacen”.

A veces cuando tenemos un dolor profundo, nos cegamos a salir adelante, nos hundimos victimizándonos de nuestra situación y no somos conscientes de la fortaleza que nos otorga Jesús cuando nos acercamos a él en nuestro sufrimiento. Siempre podemos voltear a él para recibir consuelo por aquello que nos parece injusto y que no alcanzamos a comprender. Dios está de nuestro lado y debemos voltear para poderlo ver y reconocer en nuestra angustia, para sentirnos amados y protegidos, sabiendo que somos fuertes y capaces de tolerar el dolor, tal y como hizo Jesús en el silencio de su amor.

Propósito de hoy: Padre, ayúdame a reconocerte cuando mi corazón se sienta triste o tenga un dolor que me deprima y poder salir adelante en tu amor misericordioso.