30 DE JULIO: CUIDO MI FE, COMO UNA BUENA SEMILLA EN MI CORAZÓN.

Mateo 13, 36-43 “El sembrador de la buena semilla, es el Hijo del hombre”.

Jesucristo, el Salvador, es el Hijo del hombre que vino a sembrar buena semilla en el corazón de la humanidad. Su campo, es el mundo, la tierra que creó Dios Padre y nosotros somos la buena semilla del Reino de los cielos.

Como en toda historia, en toda familia, en toda civilización crece la cizaña sembrada por el mal y para el mal; depende de nuestra aceptación de la gracia de Dios cuál será nuestro destino. ¿Qué camino vamos a elegir?¿Queremos crecer como buena semilla para dar frutos testimoniales del amor de Dios? o, ¿Queremos crecer como la cizaña, que por donde pasamos pisoteamos esa semilla fecunda y debilitamos nuestra fe?

Somos nosotros, por nuestra circunstancia, nuestro lugar en el mundo, en la familia, o por nuestra manera de defender en lo que creemos y en estar dispuestos a dejar que Dios lleve el timón de nuestras vida, que vamos a saber qué tipo de semilla somos. Si la que crece y se ahoga tras la tempestad, o la que aprende a echar raíces fuertes, que se agarran del tronco que es la Palabra de Dios.

Dios está atento a nuestras acciones, a lo que nos hace falta, está al pendiente de nuestra fe, y más aún, a cuando le pedimos que nos ayude a aumentar nuestra fe. Él sabe que somos débiles y pecadores y espera a que lo reconozcamos para llenarnos de su gracia, siempre con paciencia. Dios no nos abandona, pero, cuando no logramos ser esa buena semilla, nosotros lo abandonamos a Él.

Escuché en una homilía,  al sacerdote que nos invitó a recordar que Jesús es nuestro amigo, es nuestro hermano y que si por alguna razón nos alejamos de Él, que nos detengamos a hablar con Él, como si lo hubiéramos visto ayer. Como ese amigo querido, que por alguna razón dejamos de hablarle, y que solo retomemos el día como si nunca nos hubiéramos separado de Él. Y es que, Él jamas nos deja solos, solo se queda en silencio hasta que volvamos a buscarlo y a Él le gusta que lo busquemos todos los días, así en medio de nuestras tormentas y también de nuestras alegrías.

Propósito de hoy: Padre de amor, dame tu fortaleza para acercarme a ti y agradecerte cada día por las bendiciones que llenan mi vida, para que nunca quiera olvidarme de ti.