23 DE JULIO: SOY HIJO DE DIOS.

Mateo 1, 46-50 “Todo el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

Jesús, desde que empieza su vida pública, llevando la Palabra de Dios a los pueblos, haciendo milagros, curando heridas, sanando el alma y expulsando demonios, entre muchas cosas más nos llama sus hermanos a todo aquel que cree en su Palabra y nos da la dignidad de ser hijos de Dios. Así mismo, en la cruz, nos comparte el amor de María, su Madre, como madre nuestra, que con su presencia nos da ejemplo fecundo de compasión y de piedad.

Jesús derrama su sangre de amor por nosotros para que al recibirla y cumplir la voluntad del Padre, seamos igual que Él en perdón y misericordia, convirtiéndonos en hijos amados de Dios.

Tal vez, al leer brevemente éste Evangelio de Mateo, nos podemos sentir confundidos cuando a Jesús le dicen que su madre y sus hermanos quieren hablar con él. Y lo que nos confunde es la respuesta de Jesús: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y nos preguntamos ¿Cómo es eso?, si su madre es María. Es ahí donde Él, abiertamente, nos incluye en su vida como parte de su familia; siempre nos ha llamado sus hermanos y es en éste diálogo que nos recuerda que todos aquellos que cumplimos y que intentamos hacer la voluntad de su Padre, que está en los cielos, somos sus hermanos, sus hermanas y su madre. Y esto nos llena de gozo y de una gran responsabilidad también. Ser hijos de Dios, hermanos de Jesús, e hijos de María vienen con un compromiso de amor indiscutible.

Hoy es un buen día para recapacitar conscientemente en nuestra fe, en el amor que sentimos hacia Dios, en la disponibilidad que tenemos para seguir los pasos de Jesús. Y es que todo lo que hacemos en nombre de Dios va a darnos buenos frutos, porque serán frutos de amor que pueden habernos costado mucho trabajo, o sacrificio y que al final del día podemos sentarnos y ver que nuestras acciones o comportamiento fueron para el bien de los demás, o que los ofrecimos con alegría en el servicio al prójimo. Jesús nos invita a imitarlo y a hablar de Él, a compartirlo con los demás y a ser testimonio de su amor cada vez que nos acercamos a pedir perdón y que estamos listos para perdonar a aquel que nos ofende, con la gracia del amor del Padre.

Vivamos pues, como hermanos de Jesús y como hijos de Dios y de María teniendo como base fundamental de nuestros principios al amor.

Propósito de hoy: Que tu ejemplo me ayude a ser un digno hijo de Dios para cumplir su voluntad y amar como tú me has enseñado.