13 DE JULIO: ESTÁS PRESENTE EN MI VIDA.

Mateo 10, 24-33 “Al que me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre.”

¡Jesús nos ama!

Sus palabras van siempre dirigidas al amor, quiere que, en ese mandamiento nuevo que nos dejó, nos sintamos amados por Él: “Ámense los unos a los otros como yo los amo”. Que su entrega ante la cruz sea de valor para cada uno de sus hijos, para ti y para mi, y que lo reconozcamos en su dolor como el Salvador, como el Hijo amado de Dios. En recompensa, el día final, Él nos reconocerá ante el Padre, dará fe de nuestra vida y nos acercará a la eternidad que nos ha prometido.

Jesús nos pide que no tengamos miedo y es que ¿Cómo vamos a tener miedo si lo tenemos a Él como pilar de nuestra fe? Debemos saber que todos somos iguales, con los mismos derechos ante Dios, con cualidades infinitas que debemos ir descubriendo cada día en nosotros, para que nunca nos confundan con Satanás. No hay nada que hagamos que no se llegue a saber, nos dice, ni secreto que no se descubra en algún momento; al contrario, Jesús nos invita a que hablemos de Él, a que seamos portadores de su Palabra, a que pregonemos la Buena Nueva de Dios.

No tengamos temor de hablar de Dios, ni de María y mucho menos de Jesús, porque es de su mano que caminamos en la oración que nos alimenta de fe. Esa fe que nos lleva a la caridad, a ver más allá de nosotros mismos; sí. La palabra de Dios es algo para compartir, para hacerlo vivo tema de conversación cotidiano, es motivo de conversión.

Ser hijos de Dios es una gracia que recibimos con el bautizo, y permanecer como hijos de Dios es una gracia que nos viene de Él cuando nosotros la pedimos. Cuando nos acercamos a Él y le pedimos misericordia, cuando velamos por su luz sanadora, cuando tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo Resucitado. Es ahí, cuando somos reconocidos como hijos de Dios.

Propósito de hoy: Padre, que el miedo no sea un obstáculo para poder llegar hasta ti y predicar tu verdad con las personas que me rodean. Ayúdame a fortalecer mi fe enseñándome a orar.