2 DE JULIO: MI FE ME FORTALECE.

Mateo 8, 23-27 “Por qué tienen miedo, hombres de poca fe”.

En el Evangelio de hoy, Mateo nos recuerda el episodio de la tormenta cuando Jesús dormía en la barca y sus discípulos estaban llenos de miedo, pensando que iban a morir. La tormenta que parece hundir la barca los atemoriza y ellos lo despiertan pidiéndole que los salve. Es interesante cuando les cuestiona, que en dónde está su fe.

Ellos, conociendo a Jesús, se preguntaron: “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?” ¡Imaginemos a quién no lo conoce! ¿Qué se preguntarán?

Y tú, cuando vives los milagros de Dios, como despertar a un nuevo día, como poder caminar y ver, como sentir la brisa del mar al atardecer, ¿Te preguntas quién es Jesucristo? ¿Cuál es su misterio, que toda criatura sobre la tierra le obedece? ¿Dónde está Jesús en tu vida cuando llega la tormenta? ¿De qué manera lo reconoces?

¿Por qué tenemos miedo? Lo desconocido nos causa miedo, aún a los que acompañan a Jesús tienen miedo, estando ahí, junto a Él; pareciera que el miedo es inevitable, nos causa angustia y muchas veces desesperación. Tenemos miedo de estar solos, de la  muerte, miedo de que en la tormenta de nuestra vida nos hundamos y no podamos vencer las tentaciones que nos persiguen y no nos dejan encontrar paz. Tenemos miedo a veces, hasta de vivir. Sin embargo, cuando entramos en oración, el miedo empieza a hacerse menor y es que al rezar le estamos recordando a Jesús que Él vive en nuestro corazón. Que somos el templo de nuestra alma y que queremos llenarlo con la bendición de Dios, con Su infinito amor y con Su perdón. La oración hace que nuestra fe crezca y al crecer aprendemos a tener compasión y empatía por otros y actuamos con caridad y misericordia y sí, también hacia nosotros mismos; nos damos una tregua para perdonarnos y renacer a un día más de amor y confiar en que Dios guía el camino para tener valor y dejar el miedo atrás.

Que nuestra fe aumente cada vez más, y que la gracia de la oración sea nuestro alimento para dejar de tener miedo, para consagrarnos a Jesús y que podamos vencer lo que nos causa dolor y nos atormenta, sabiendo que Él vive en nuestro corazón.

Propósito de hoy: Padre, creo en ti y me fortalezco con tu amor que me salva de toda tormenta que pasa por mi camino.