11 JUNIO: SOY QUIÉN SAZONA MI VIDA.

Mateo 5, 13-16: “Ustedes son la sal de la tierra…Ustedes son la luz del mundo”.

¡Somos la sal de la tierra y la luz del mundo! Nos dice Jesucristo ¡Y debemos de creérnosla!

Cuando comemos algo y está desabrido, no nos gusta y preguntamos ¿Dónde está la sal? Ahora, imaginémonos a nosotros mismos. Sí; estar desabridos es vivir sin intención, es no tener un propósito, es dejar que las cosas sucedan por inercia y que no nos importe nada, ni el resultado, ni nosotros, ni los demás. Es vivir en la apatía, sin compasión ni misericordia, mucho menos perdón. Y al darnos cuenta que somos la sal de la tierra, pues es la tierra de nuestra vida, la que sembramos y siempre podemos mejorarle el sabor; nos enfrentamos a un “Yo” que quiere hacer algo, que tiene buena voluntad, que lucha y defiende sus creencias, que sigue las enseñanzas del Padre, porque son las que nos guían a un futuro próspero y lleno de frutos de amor.

Y, ¿Qué sentimos cuando estamos en la obscuridad? A veces sentimos temor, nos asusta no saber qué hay frente a nosotros. Y no nos damos cuenta que, somos nosotros los que elegimos caminar en la obscuridad, caer en las tentaciones sin ver, que somos en realidad, esa luz que va guiando nuestro camino, al encuentro con Dios. Al encuentro con la bondad y con las virtudes que hay en nuestro corazón. Somos la luz del mundo y nuestro mundo empieza con nosotros, extendiéndose a nuestra descendencia. Somos los que llevamos la voz de la esperanza a los demás, los que contribuimos a que la Palabra de Dios sea vista como Palabra de Verdad y de Vida, somos esa voz del camino para los que ven en nosotros un testimonio del amor de Jesucristo.

Entonces, vamos a empezar de nuevo, si es necesario, para entender el valor que Dios puso en cada corazón, cuando nos creó; vamos reconociendo nuestros dones, esos del Espíritu Santo que guardamos para desarrollar y llevar la paz a nuestro hogar, o a la escuela o al trabajo. Siempre es un buen día para aprender a perdonar y acercarnos al otro a pedirle perdón porque somos quienes le damos sabor a nuestra vida. Cada uno tenemos la capacidad de discernir entre el bien y el mal, entre lo malo y lo bueno entre la luz o la obscuridad al ponerle ese granito de sal a nuestra vida, de la mano de Dios.

Propósito de hoy: Padre, permite que me llene de tu amor para ser la sal de mi propia existencia y la luz del camino de amor que me lleva hasta ti.