24 DE ABRIL: JESÚS, ERES MI LUZ EN LA OBSCURIDAD.

Juan 12, 44-50 “Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas”.

¡Jesús es la luz del mundo! El que nos guía en la obscuridad, que nos saca de las tinieblas en que vivimos; Jesús es la vida, la verdad, la perfección en el perdón. Jesús es fuente de misericordia y es la esperanza que con su luz nos permite ver mas allá de nuestro pequeño entorno. ¡Jesús es la plenitud del amor!

Qué bien narra Juan en este Evangelio la esencia de Jesús, cuando Jesús mismo nos dice que el que cree en Él no cree en Él, sino en aquel que lo ha enviado, que es Dios Padre. Nos dice que si lo escuchamos a Él, escuchamos la voz del Padre, que Él no ha venido a condenarnos por nuestros pecados, no; ¡Él ha venido a salvarnos! Y a nosotros nos corresponde oír su voz y poner en práctica sus palabras, porque son palabras de vida eterna y éstas nos acercan al Padre.

Seguir la voz de Jesús como el buen pastor que llama a sus ovejas, es lo que nos mantiene fuertes en la fe, es la luz que nos saca de las tentaciones que nos agobian, es la voz de nuestra conciencia cuando sabemos que estamos equivocados y nos negamos a rectificar, nos alejamos de Él y no nos sensibilizamos ante el dolor que causamos. Jesús, ejemplo de virtud vino a enseñarnos el perdón, y a sentirnos vulnerables ante las penas de los demás para ofrecer una mano amiga y ayudar en sus necesidades. Jesús es compasión y bondad y nosotros somos sus hermanos que debemos verlo como el hermano mayor que nos enseña a ser mejores personas con su ejemplo.

La luz del mundo la recibimos en nuestro corazón al acercarnos a Dios y podemos sentirnos protegidos y animados a descubrir nuestros dones y talentos, sin miedo, porque al final del día está Jesús con nosotros. No nos deja solos y quiere que explotemos nuestro potencial, todo lo que somos llamados a ser; que no se quede en nuestro interior, que podamos atrevernos a ser personas que tengamos algo que enseñar, que seamos portavoz de la palabra de vida eterna y de justicia de Dios, que no nos de miedo llamarnos hijos de Dios, que proclamemos el Evangelio en todo momento porque es con la luz de Jesús que vamos a sabernos llenos de virtud y lejos de la obscuridad del pecado. Seamos testimonio del amor de Jesús, que es quien guía el camino que debemos seguir con su luz de amor.

Propósito de hoy: Permíteme Padre ver la luz de Jesús en cada paso que doy para alcanzar la felicidad a la que estoy destinado por tu amor.