21 DE ABRIL: TE IMITO EN MI CAMINAR.

Juan 10, 11-18 “Yo soy el buen pastor”.

La imagen que viene a mi mente cuando hablamos del buen pastor, es esa del hombre que regresa preocupado a buscar  la oveja que ha perdido; también la del padre de familia que consuela a su hijo cuando algo va mal, o la de la mamá que tiene dos trabajos y se da el tiempo de escuchar a su hijo cuando está pasando por momentos difíciles en su vida. El buen pastor puedes ser tu, cuando das tu vida por aquellos que amas, cuando entregas todas tus energías para resolver conflictos en la confianza de que Jesús está contigo. El buen pastor es toda aquella persona que imita a Cristo cuando le duele el sufrimiento de otro, cuando sabe ofrecer una palabra de esperanza en el nombre de Dios, es aquel que regresa a casa con algo de comer para su familia y el que procura siempre ser un vínculo de paz, a donde quiera que va.

Jesús es el buen pastor, que nunca nos abandona. Es quien nos conoce por nuestro nombre, es aquel que nos invita a confiar en Él, es la misericordia de Dios hecha hombre para traernos salvación y vida eterna.

Jesús es el buen pastor que cuida a su rebaño, que está atento a nuestras necesidades, que se conmueve al vernos sufrir cuando no queremos pedir perdón; Jesús, es el que nos da el alimento para el alma, quien se entrega en un trozo de pan y a quien recibimos en la Eucaristía. Así es el buen pastor, se preocupa y nos ayuda a encontrar el camino de regreso a casa y nuestra casa es y será siempre el corazón de Dios.

Imitemos a Jesús en la tarea de ayudar a otros; vamos pidiéndole a Dios que nos ayude a aumentar nuestra fe, porque es en la fe que aprendemos la compasión y la misericordia y empezamos a actuar con los demás de manera amorosa, poniendo como ejemplo el amor de Jesús, por nosotros. 

Propósito de hoy: Yo también quiero ser un buen pastor para mi familia y que ellos sepan que pueden confiar en mí, para yo poder acompañarlos en su dolor de manera incondicional, como hace Dios con nosotros.