11 DE ABRIL: MI BATERÍA ERES TÚ.

Juan 3, 31-36 “ El que cree en el Hijo, tiene la vida eterna”.

Tú ¿Crees en el Hijo de Dios? ¿Crees en Jesucristo? ¿Qué tan grande es tu fe?

A estas preguntas debemos responder con certeza: sí creo en el Hijo de Dios y sí creo en Jesucristo su Hijo y mi fe es grande porque al orar le pido mucho a Dios que me dé su gracia para que mi fe aumente cada día; o decir: no creo en el Hijo de Dios, no creo en Jesus y no tengo fe. Cada uno tiene sus motivos para dar una respuesta según nuestra cultura y nuestras tradiciones familiares.

A mí me gusta enfocarme en la respuesta positiva y de alguna manera trabajar con el Espíritu de Dios para continuar esta misión permanente que se me ha encomendado de llevar la Palabra de Dios a los demás, para crecer juntos en nuestra fe, para dar testimonio de que creemos que Jesucristo es el Hijo De Dios, el que vino a salvarnos, el que habló por nosotros, el que pidió por nuestros pecados para llegar hasta Dios y tener vida eterna. ¡Vivir en su amor! Y caminar buscando la manera de compartir con otros la historia de amor de Jesús y nosotros sus hijos, sus hermanos, sus discípulos.

La fe es la confianza que tenemos en Dios, en dejarnos llevar por su espíritu y dejarlo ser en nosotros en lugar de poner nuestra confianza diciendo: “Yo lo puedo solo”. Para la salvación necesitamos creer en Dios por que es un don que él nos regala, claro, siempre y cuando nosotros lo pidamos. Él nos deja elegir. Y se fundamenta en nuestro deseo de querer imitar a Jesucristo, de querer ser como Él, amar como El, servir como Él y sobre todo confiar en el Padre como hizo Él. A veces sentimos que la vida no nos da para más, estamos cabizbajos y desolados y tal vez sea una señal para detenernos y ver cómo anda nuestra relación con el Hijo de Dio y con Dios mismo; tal vez es Dios quién nos está recordamos que nuestra fe necesita baterías. 

Y para confiar, la batería es siempre la oración, asistir a misa, comulgar, confesarnos y tener siempre en mente las obras de caridad y misericordia hacia las personas que nos necesitan, así sea mamá o papá; porque el ejemplo y testimonio de Dios empezamos a vivirlo desde casa.

Propósito de hoy: Quiero recordar que, por medio de la oración llego hasta el corazón amoroso de Jesucristo y me complazco en su gracia.