6 DE ABRIL: ME GUSTA HABLAR DE TI.

MARCOS 16, 9-15 “Les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón”.

Tres veces se apareció Jesús tras la resurrección a sus discípulos y no lo creyeron. Primero fue a María Magdalena, de quién Jesús sacó 7 demonios y liberó de una carga muy pesada, ella sí que le creyó, estaba llena de gozo al anunciar a los discípulos que Jesús ya estaba entre ellos, que había resucitado, pero dudaron. La segunda vez fue camino a Emaús cuando no lo reconocieron y se dieron cuenta de que era Él, hasta el momento de compartir el pan en la mesa con ellos. Y tercera, cuando se les apareció en el Lago Tiberiades durante la pesca y les echó en cara su falta de fe y dureza de corazón cuando compartieron la mesa. Lo que más me llama la atención después del comportamiento de los discípulos de Jesús, es la confianza que tiene en ellos, aún viendo que de entrada no creían que era Él, les dice: “¡Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura!”

Si llegara Jesús con nosotros ¿Creeríamos que es el resucitado?

Jesús es el primero que da testimonio de Dios, una vez que resucitó, al confiar en sus discípulos y decirles que ahora, tienen que ir a predicar el Evangelio a todo el mundo. Les pide que cumplan con lo que Él ya les había anunciado y que fueran a hablar de Él, que dieran testimonio de Su Palabra y de Su resurrección y ellos, entonces hacen lo que habían prometido.

¡Nosotros también somos discípulos de Jesús! Y como tal, hacemos un compromiso con Él para salir y compartir lo que sabemos con otros. Tal vez muchos no crean en nosotros pero no hay que desanimarnos, hay que ser fieles a ese compromiso y mantenernos firmes en nuestra fe. Una fe que requiere de ser compartida, de dar ejemplo de que creemos en Jesús, de que nuestras acciones son coherentes con nuestro testimonio de fe y que en nuestro corazón está el deseo de servir como hizo Jesús. De alimentar al que tiene hambre, también con el amor, de vestir al que está desnudo, solo, abandonado, de acompañar al enfermo y a ese abuelo que está desolado, triste a quién muchas veces hacemos de lado.

Seamos testigos de que conocemos a Dios al perdonar y con humildad pedir perdón a quien ofendemos; quitemos del corazón esa dureza que nos impide acercarnos al más débil, aunque en muchas ocasiones el más débil somos nosotros, entonces, dejemos que otros se acerquen a nosotros para compartir juntos el pan, en nombre de Jesucristo.

Propósito de hoy: Quiero salir a hablar de Ti Jesús y a decirle a los demás lo que has hecho en mi persona y a proclamar con alegría, la esperanza de Tú Resurrección.