2 DE ABRIL: TÚ ME SABES RECONOCER.

Juan 20, 11-18 “¿A quién buscas?”

Jesús de Nazaret fue crucificado y murió, fue llevado a la tumba que llamamos Santo Sepulcro y cuando fueron a buscarlo, Él ya no estaba ¡Había resucitado! Solo imaginar a La Magdalena preocupada porque su Maestro no estaba en el sepulcro, dan escalofríos. Pero, cuando ella escucha la voz del hombre que estaba ahí que le dice: “María” su mundo cambió, se llenó de gozo su corazón y entendió las palabras de Jesús cuando les anunció que resucitaría al tercer día.

¡Qué bonita historia! ¡Jesús resucitó! Y resucitó para que se cumpliera la voluntad de Dios, Su Padre y para traernos Su gloria.

Nosotros ¿A quién buscamos? En la profundidad de nuestros pensamientos de angustia, o de dolor, ¿A quién buscamos? ¿Qué buscamos? Creo que buscamos consuelo, creo que buscamos a Dios mismo para que se haga Su voluntad en nosotros y que podamos acoger ese dolor al encontrar en Dios la aceptación de nuestro destino.

Cuando alguien nos llama por nuestro nombre nos sentimos identificados, y qué mejor que nos identifiquemos como Hijos de Dios. Que encontremos en Él justicia y verdad, que veamos en Él ese amor que nos da todos los días, que podamos aceptar que se preocupa por nosotros, por nuestra alegría y que desea que lo recibamos en nuestro corazón por que nos ama y procura darnos lo que necesitamos para seguir el camino que nos lleva hacia Él.

Jesús, se aparece a María Magdalena de manera personal al decirle “María”, para reconocerla como Su hija amada. Y es igual con nosotros, Él nos reconoce en la bondad de nuestro corazón, en las acciones de servicio que tenemos para con los demás, en la manera que pedimos perdón y que sabemos perdonar y principalmente en esa entrega de amor  con que hacemos lo que nos corresponde hacer, ahí donde estamos.

Propósito de hoy: Sentirme siempre reconocido por mis acciones ante los ojos de Dios.