27 DE MARZO: SOY YO, QUIÉN BUSCA SANAR MI ALMA.

Mateo 26, 14-25 “¿Acaso soy yo, Señor?”

¿Cómo nos imaginamos a nosotros mismos, cuando sabemos que hay una persona cercana que sabemos que nos odia, que busca procurarnos un mal y que sabemos que su amor es solo una farsa llena de hipocresía e interés? Porque, aún si tenemos muy buenos pensamientos e intenciones podemos reconocer cuando alguien así está cerca de nosotros ¿Verdad? Ahora, imaginemos a Jesús. Él eligió a sus apóstoles, Él les dió el poder de sanar y sacar demonios de personas enfermas y sabia muy bien que de entre sus amigos, estaba uno que iba a entregarlo por unas monedas de plata; ¿Qué habrá sentido?

Y es ahí, donde nos unimos a Jesús en Su humanidad, donde encontramos similitudes en la vida donde tenemos los mismos miedos y las mismas emociones. Es ahí donde nos identificamos mucho con Él, porque sabemos que nos ha pasado igual y siempre buscar respuestas cuesta muchas verdades que a veces no queremos reconocer. Con tristeza sabemos que las personas que nos traicionan son muchas veces quienes son cercanos a nosotros, y claro que no debería ser así; sin embargo cuando tenemos cualquier tipo de relación o cercanía con alguien, confiamos. Y es en esa confianza que nos entregamos ante el abrazo consolador de ese amigo o amiga especial y nos hacemos vulnerables y es en esa vulnerabilidad que llega la traición cuando dejamos de pensar igual, cuando cambian los intereses y en este caso de Jesús, Judas le dió mayor importancia a unas monedas de plata que al Mesías. Confió más en el dinero que en la Palabra de Dios y traicionó a su maestro.

Entonces debemos hacernos una pregunta de integridad moral. Si alguien nos quiere lo suficiente como para confiarnos sus angustias, sus pesares, sus alegrías ¿En qué momento nos sentimos superiores a ellos para divulgar eso que no nos corresponde y que lleva por nombre traición? ¿Cuándo fuimos capaces de dejarnos comprar sin importar el daño que podemos hacer a los demás? Y se dan estos casos cuando el matrimonio ya no tiene los mismos intereses y termina en divorcio, o cuando las amistades empiezan a sentir celos de las bienaventuranzas del otro, o cuando la envidia nos invade y no podemos ver a nuestro hermano triunfar y salir adelante…y es cuando el demonio nos embarga y nos incita a tirar a la basura esa confianza que tanto trabajo nos tomó construir y cambiamos el rumbo y ofendemos a Dios con nuestras acciones.

¿Acaso soy yo, Señor? Ojalá que no.

Hoy Miércoles Santo, que es el día de la unción de los enfermos, aliviemos nuestra alma de la maldad que a veces nos invade para poder pedirle perdón a aquellos a quienes hemos traicionado y lastimado y que Dios nos sane, para empezar de nuevo llenos de la esperanza que nos da la fe. Que seamos nosotros los que recapacitamos y los que nos arrepentimos de nuestras faltas morales, procurando una vida de oración para valorar a todos aquellos que nos rodean y nos permiten demostrar que somos testimonio del amor de Dios en cada paso que damos.

Propósito de hoy: Padre, sana mi cuerpo y mi alma y mi corazón de toda maldad, para empezar de nuevo a ser la imagen del amor de Jesús en la vida de los demás.