27 DE ENERO: NO QUIERO ABANDONARTE.

Marcos 4, 35-41 “¿Aún no tienen fe?”

¡La fe!, ¿Por qué seguimos dudando en Dios? ¿Qué nos impide creer en Jesucristo?

Tal vez las respuestas sean infinitas porque cada quién tiene la suya y sus motivos. Porque para creer: hay que rezar, para aumentar nuestra fe: hay que rezar, para pedir un milagro: hay que rezar y para pedir perdón: también hay que rezar. Y si no rezamos Dios no nos escucha, a Él le gusta que estemos pidiéndole y pidiéndole como el Padre incansable que es y si no lo hacemos vamos a seguir dudando, porque no podemos esperar: sin pedir. ¿Verdad?

Muchas veces los seres humanos queremos que automáticamente los demás hagan lo que queremos, estamos esperando que lean nuestra mente porque la soberbia muchas veces nos detiene y no nos deja “pedir”. Y entonces, ¿Qué sucede? Que nos enojamos porque no se nos dió aquello que queríamos, porque jamás lo pedimos. Así hacemos con Dios, no le decimos nada, no le pedimos y estamos culpándolo porque no vino a nuestro auxilio cuando lo necesitamos, pero que tampoco le rezamos para que Él escuchara nuestra súplica.

Y ¿Qué pasa? Pues desatendemos las cosas de Dios y nuestra fe en lugar de aumentar, se va desvaneciendo poco a poco, por el abandono en que está nuestra relación con Dios, hasta se nos ha olvidado cómo hacer oración.

Así como Jesús viajaba en esa barca y estaba ahí cuando cayó la tempestad, esperando a ser implorado; así está en nuestra barca que es nuestra vida. Él está aquí, junto a nosotros, en la espera. Y depende de nuestra forma de ser, del servicio que damos, del tiempo que pasamos en oración, de cómo vamos a pedirle a Dios que actúe por nosotros, Él solo va a esperarnos, sí, a ti y a mí, a que hagamos conciencia de Su presencia en nuestro corazón para actuar a nuestro favor.

Propósito de hoy: Te quiero pedir Padre que nunca te alejes de mi y que yo me acercaré más a ti en la oración y en el servicio a los demás, con alegría.