9 DE ENERO: LA ORACIÓN ME LLEVA A TI.

Marcos 1,21-28 “Este hombre tiene autoridad para mandar, hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”.

Jesús de Nazaret, hablaba y conquistaba hasta al más incrédulo que lo escuchaba. Todos se asombraban por la autoridad con que decía las cosas y cómo, hasta los espíritus inmundos lo obedecían. Y ¿saben que me viene a la mente? Cómo, éste Jesús de Nazaret, nos da la libertad para elegir seguirlo o no. Cómo, no nos obliga a oír su palabra y hacer el bien, para obedecerlo, o para vivir bajo su verdad y aún así Él nos ama y nos espera.

Marcos nos relata cuando Jesús saca un espíritu endemoniado de una persona, que tal vez es muy débil, o que aún no cree en Dios o más interesante aún, que sabe de la existencia de Dios pero se niega a creer, le falta fe, le falta amor, le falta sentir que dentro de él, más que un demonio está la fortaleza del amor de Dios. ¿Alguna vez te has sentido así?

Muchas veces la tentación del mal gana sobre nuestro deseo de hacer el bien y tal vez sea porque parece más fácil drogarnos que ser responsables, a lo mejor hacerle caso a nuestros padres nos parece anticuado y mejor nos vamos de vagos y robamos, peleamos, conseguimos placeres efímeros que solo nos llevan a destruirnos a nosotros mismos o a nuestra familia, porque pensamos que eso es una alternativa fácil y sin consecuencias. Sin embargo, la primera y más importante consecuencia, es que poco a poco nos vamos alejando de Dios, de su verdad de amor, de su deseo de que nosotros estemos bien. El demonio llega con cara bonita y amable y nos conquista con mentiras para lastimarnos y hacernos daño; olvidando que la fuerza más grande, el escudo más importante que todos tenemos, es la oración que nos lleva a reconocer el amor de Dios.

Me gusta mucho decirle a mis alumnos de catecismo que es importante decirle a Dios: ‘Aquí estoy Señor, que quieres que haga’. Y es que esas palabras van formando en nosotros el hábito de servir a los demás con amor, porque al final del día Dios quiere que seamos felices y  siempre es muy importante sentirnos rodeados de amor y de certeza de que alguien quiere vernos feliz.

Dios es capaz de sanar nuestras heridas, de curar nuestras adicciones, de fortalecer nuestro espíritu cuando nos acercamos a Él en la oración, porque es la oración, la que nos permite conocer el rostro amoroso de Jesús, que al morir en la cruz perdonó nuestros pecados con la esperanza de que hoy día, podamos vivir con paz en nuestro corazón.

Propósito de hoy: Recordar que es en la oración que encontramos a Jesús y podemos entender cuando nos libera de nuestro dolor.