28 DE DICIEMBRE: TAMBIÉN SOY MIGRANTE.

Mateo 2, 13-18 “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto”.

Huir. Es un verbo que resuena en el corazón de muchos de nosotros. ¿Vives en algún lugar a donde llegan migrantes de otros países? Imagino que si, ya que todos somos migrantes de una manera u otra; tal vez cuando llegaron los abuelos a instalarse en una ciudad diferente, o cuando te casaste fuiste a vivir al lugar de donde es tu cónyuge, o te fuiste a estudiar a otro país y te convertiste igual que muchos, en migrante.

Sin embargo esa palabra por lo general se relaciona con pobreza.

José vió la aparición del ángel de Dios diciéndole que tenía que huir con su familia porque su hijo estaba en peligro de muerte, cuando el Rey Herodes mandó matar a todos los niños nacidos en Belén por codicia, ambición y deseos de seguir siendo el único rey, para no perder poder ante este niño que todos esperaban descendiente de David, que sería llamado Rey del Universo.

La Sagrada Familia emigró a Egipto ¿Cómo te sentirías tú, si para proteger a tu familia del mal, tuvieras que mudarte a otro país, con las manos vacías pero llenas del tesoro de Dios? Frustración, temor, impotencia, dolor y mucho más seguramente ardía en el corazón de José, quién cuidó de su familia con ese amor que lo caracterizó desde el día que entendió que debía proteger a María y a ese niño que había sido engendrado por el Espíritu Santo; protegerlo de la muerte en esa masacre de los niños, santos inocentes que recordamos hoy con dolor, que no debió haber sucedido porque no sabían defenderse.

Estamos dispuestos a hacer lo que sea por nuestros seres queridos, incluso huir y en ese pensamiento les invito a ponernos en el lugar del que acaba de llegar, interesarnos por saber si huir de su país fue algo voluntario o por necesidad; si corría peligro sus vidas por causa de la guerra, o si la situación política era opresora y no había futuro más que la pobreza, o si dejaron su hogar para procurar un mejor futuro para los hijos, a fuerza de trabajar de sol a sombra para tener un techo donde dormir.

Los migrantes somos todos, igual que José, María y el bebé: el Salvador, el Niño Dios.

Propósito de hoy: Acercarme con amor a los demás y recordar a aquellos que han muerto de manera inocente, para hacer una oración por ellos.