24 DE NOVIEMBRE: SOY EL PILAR DE MI IGLESIA

Lucas 19, 45-48 “Mi casa, es casa de oración”

La casa de Dios, el templo de nuestro cuerpo, la iglesia que somos cada uno de nosotros; todo esto es la casa de oración de Jesús y Él quiere que aquí siempre haya oración y no pecado.

¿Cómo esta nuestra casa, nuestro corazón, templo de Dios? ¿De qué manera la cuidamos? Es poco común que las personas pensemos que nosotros somos la casa de Dios, por consiguiente no nos preocupamos mucho de atenderla, de cuidarla, de darle el mejor alimento que hay, que es la oración y el amor. Cuando Jesús corre del templo a los vendedores y mercaderes que hacían del templo un lugar indigno, puede que esté refiriéndose a cómo nosotros no hemos cuidado nuestros valores morales, cómo nos distraemos con vanalidades que nos alejan cada vez más de Él, cómo caemos en vicios baratos que poco a poco van destruyendo lo que somos, para lo que fuimos creados y nos convertimos también en personas indignas del amor de Dios.

Sin embargo, Dios jamás nos deja, nunca se va y nos abandona, al contrario, nosotros en nuestra propia destrucción vamos alejándonos de Él; muchas veces porque creemos que es más fácil no rendirle cuentas a nadie y muchas otras porque nos avergonzamos de nuestras acciones y no sabemos como regresar a Él. Nos da miedo pensar que Dios se fue y es el gran error de todos porque Dios está en  nuestro corazón, esperando que lo veamos, que le pidamos perdón y que lo recibamos con humildad y alegría. Somos el templo que Él edifica cada día, somos la esperanza del que sufre, del que está en tinieblas, de aquel que confía en nosotros.

Dios nos da la fortaleza de la fe cuando oramos, cuando pedimos perdón, cuando sabemos servir a los demás con alegría y nos damos cuenta lo importante que es cuidar nuestro templo, porque ahí vive Dios.

Propósito de hoy: Recordar que tengo dones y virtudes, talentos y gracias que me hacen ser pilar del templo de mi corazón.