5 DE NOVIEMBRE: Quiero ser tu discípulo amado.

Lucas 14, 25-33 “El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”.

Cargar la cruz de Jesús es dejarse llevar por la misericordia de Dios.

La entrega de amor que hacemos cuando dejamos nuestra vida en manos del Creador, nos permite reencontrarnos con la verdad. Seguir a Jesús es remar mar adentro, es convertirnos en pecadores que se arrepienten en busca del perdón de Dios, ese que nos lleva a ser discípulos de Cristo. Y en nuestra pequeñez, nos hacemos humildes para aceptar que no somos perfectos, que no podemos con todo solos y que necesitamos de la fortaleza que nos da la oración por medio de la fe en el Dios verdadero, en el Cordero de Dios, en el Pescador de Hombres.

Hacer lo que nos corresponde, como desarrollar nuestros dones para el bien común, o acercarnos al que está perdido y busca una luz para que lo guíe, o a ayudar al que no pide ayuda porque aún no se da cuenta de la necesidad que tiene de Dios, nos convierte en discípulos de Jesús. Tenemos el deber de llevar su Palabra de amor a las personas que tienen un vacío en su alma.

Estar en comunión con Dios, es aprender a cargar nuestra cruz cuando aceptamos el dolor, el sufrimiento, y la falta de compromiso con Jesús que nos lastima. Llevamos  nuestra cruz sabiendo que Jesús en su crucifixión creía en nosotros, nos amaba y por eso le pidió a su Padre perdón por nuestros pecados y nosotros a cambio seguimos sus pasos, sus enseñanzas, hablamos de él, lo amamos y llevamos la paz a todos lados a donde vamos.

Propósito de hoy: Voy a seguirte Jesús, porque quiero siempre dar testimonio de fe porque te amo.