Lucas 12, 35-38 “Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas”.
Estar listos, ¿qué nos quiere decir Jesús en este Evangelio de Lucas?
Cuando vamos a hacer un examen o a realizar una entrevista de trabajo, nos preparamos; arreglamos nuestra ropa, estudiamos mucho, alistamos los documentos necesarios y asistimos al lugar con alegría, tal vez un poco nerviosos, pero con la intención de obtener una buena calificación o ese trabajo que estamos solicitando. ¿Alguna vez has estado en ese lugar? Creo que todo ser humano en un momento de nuestra vida nos hemos preparado para lograr algo.
¡Estamos listos!
Con Dios es igual, solo que no nos damos cuenta. “Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela”. Dios es nuestro Señor, el que nos cuida y nos espera y debemos prepararnos para el día del encuentro, cuando vamos a renacer en su amor para siempre. Sin embargo, cada día es ese día. Cada amanecer estamos renaciendo a una oportunidad más para prepararnos, para alistarnos en mente y alma, para estar despiertos cuando él llegue a nuestra vida y que nosotros le permitamos entrar.
Jesús vive en nuestro corazón y es por su amor que nosotros tenemos la capacidad de bondad, de perdón y de misericordia. Dios Padre también está en nuestro corazón, sin embargo, el dejarlo llegar o entrar al corazón significa que hemos aprendido a reconocerlo. Que estamos despiertos ante su presencia, que no olvidamos que él está con nosotros.
Pero ¿por qué yo no lo veo? ¿Por qué estoy dormido cuando él llega?
Esa pregunta es muy importante, es la clave de nuestra existencia en el amor de Dios. Para estar listos, ¡hay que comprometernos! Y ese compromiso aunque es difícil, es un camino hermoso que tenemos que descubrir. Es no tener pensamientos que obscurecen nuestra mente, que nos ciegan ante una realidad que no queremos ver, porque si es dolorosa es Dios quién nos ayuda a salir adelante. Es procurar vivir las obras de misericordia ayudando al más débil, al que tiene menos conocimientos en lugar de pasar sobre ellos con soberbia porque creemos que nosotros somos mejores y Dios nos auxilia en la humildad del corazón, para que nos demos cuenta que ante sus ojos, todos tenemos el mismo valor.
Todos podemos ver a Dios.
Sí, porque él está en nuestro hermano que sufre y que llora, en el que tiene dolor y soledad, está en la enfermedad y también está en el corazón del que busca la paz, de aquel que es feliz y ríe con la inocencia de un niño. Dios está en ti y en mí; está en la oración y en el perdón. Es Dios quién nos inspira a la compasión, a la misericordia, a acompañarnos unos a otros sin buscar alguna recompensa más que la compañía mutua de amor y amistad. Dios vive en nuestro corazón y estar listos para abrir esa puerta cuando el llega, es dar testimonio de fe, de que reconocemos a Jesucristo como su Hijo amado, que estamos despiertos en la espera de su luz que nos lleva de la mano por el camino de la verdad, del bien, del amor.
Vamos abriendo el corazón para que podamos identificarnos con el corazón de Dios y podamos estar preparados a su llegada cada día de nuestra vida.
Propósito de hoy: Hoy despierto con la túnica puesta y mi lámpara encendida para estar listo al ver llegar a mi Señor y decirle que soy su hijo amado que cree en su verdad y que quiero que sea él la guía de mi camino.