Lucas 11, 47-54 “¡Ay de ustedes, doctores de la ley, porque han guardado la llave de la puerta del saber!”
La llave de la puerta del saber.
Jesús le reclama a los doctores de la ley por qué no han sabido compartir sus conocimientos de Dios con los demás. Y la pregunta resuena: ¿por qué han guardado esa llave?
Muchas veces en nuestro caminar, aprendemos de las personas, conocemos diferentes culturas, adquirimos conocimientos y muy equivocadamente, nos creemos dueños de cada cosa que vivimos y no nos damos cuenta que lo interesante de la vida, es saber compartir con los demás todo lo adquirido por la gracia de Dios. ¡Sí! Siempre es él quien nos da el don de la sabiduría, del entendimiento, del poder aprender de los demás y es por ello que debemos darnos cuenta que es para beneficio de todos.
Jesús tenía muchos encuentros difíciles con los sumos sacerdotes; con los doctores de la ley, porque cada cosa que aprendían la guardaban con tanto celo que se convertían en personas intransigentes, que perdían toda sensibilidad ante el dolor de los demás, tal vez era tanta su soberbia por su supuesta sabiduría, que su manera de ver las cosas y de juzgar, rompía con todo lo que Jesús intentaba demostrarles. Ellos parece que carecían de sentido común, de tolerancia y
de amor para lidiar con aquellos que sabían menos.
Nosotros debemos cuidar mucho la manera en que vivimos. ¿Cómo es nuestro comportamiento hacia las personas que son más humildes que nosotros?, ¿De qué manera demostramos que no es nuestro estatus social lo que define quién somos, sino la manera en que abordamos las diferencias entre unos y otros? Yo no soy mejor que tú porque tengo un auto, o porque vivo en tal lugar, ni porque soy socio de un club. Eso solo me hace sentirme superior a ti, y muchas veces esa actitud nos aleja de la verdadera motivación1n de hacer las cosas bien y esa motivación es el amor.
Soy quién soy por el grado de fe que se me ha concedido, por la manera en que le pido a Dios que aumente mi fe, porque aprendí que mis valores morales no son negociables. Le debo mi vida a mi creador en primera instancia y luego a mis padres que por medio de su amor, me convirtieron en un milagro en sus vidas. Ninguno existimos por nosotros mismos, no, somos un producto de muchas fuerzas de amor y con ese mismo amor debemos tratar a los que nos rodean. Si sabemos algo que alguien más desconoce, sobre Jesús, nuestro señor, vamos a compartirlo, porque cuando hablamos de Jesús ante toda adversidad de fe, damos testimonio de que nos reconocemos hijos de Dios.
Propósito de hoy: Hoy voy a compartir la Palabra de Dios con los demás, porque es la manera en que yo, voy a alcanzar la felicidad que me da el amor que Jesus vino a derramar en mi vida.