13 DE OCTUBRE: Quiero aprender a ver tus señales de amor.

Lucas 11, 29-32 “La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará más señal que la de Jonás”.

Las señales que nos envía Dios son invisibles para nuestros ojos cuando no queremos asumir que somos sus hijos, que él nos creó, que envió a Jonás, a Juan el Bautista, a Abraham y a muchos otros profetas a quienes no quisimos escuchar.

Dios nos hizo un regalo que nos permite aspirar a tener vida eterna. ¿Sabes cuál fue ese regalo?

¡Claro! Fue Jesucristo, nuestro Señor, Hijo único del Dios verdadero. Y nosotros ¿qué hicimos?

Debemos regresar a la historia, cuando Jesús llegó y nos entregó su vida. No nos preguntó si la queríamos, no, solo se entregó en obediencia por amor a ti y a mí y lo hizo clavado en una cruz. Sí, en la cruz del amor cuando lo condenamos porque no podíamos entender: ¿qué es eso de que habla de amor, de que quiere que perdone a aquel que me robó, al que me insultó, al que me maldijo? ¿En qué mente cabe que yo acepte e este hombre, que dice que el amor es perdón?

Dice en el Evangelio de hoy: “la gente de este tiempo”. Y ¿no es acaso también la gente de nuestro tiempo? ¡Sí!, son ellos y nosotros, somos todos los que preferimos no escuchar la voz de Dios que atender a su llamado. Y es que eso requiere compromiso y no nos queremos comprometer.

Ya tenemos la señal más palpable de que el Hijo de Dios ha venido a traernos la paz. Solo debemos abrir nuestro corazón para verlo a él y dejar que su bondad, su misericordia, su perdón y las bienaventuranzas sean parte de nuestra vida, comprender que nuestro camino ya está sembrado para dar frutos de amor por la humanidad. Sí, porque somos nosotros el milagro de amor más grande que vivimos. Y somos los que tenemos que florecer como testimonio de que en nuestro corazón vive el amor infinito de Dios.

Propósito de hoy: Este día pondré especial cuidado en entender las señales que Dios me envía sin cuestionarlo todo.