Lucas 17, 11-19 “Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias”.
El agradecimiento es una manera que denota que somos testigos de algo bueno.
¿Cómo andas en tu virtud de agradecer? Y si te cuestionas: “¿Agradecer a quién? si todo lo hago por mi mismo”. Vamos a tener mucho que trabajar el día de hoy.
Desde que estamos en el seno materno, necesitamos de alguien, en este caso del cuidado de mamá. Al nacer, seguimos necesitando a quién nos espera con amor y así toda nuestra vida es una continua necesidad de otros para desarrollarnos, para crecer, para aprender, y para que nos enseñen valores que forman nuestra vida. Y por si creyeras que nos hemos olvidado, necesitamos desde la concepción del amor infinito del Creador, de Dios Padre, de su protección y misericordia. No somos nada si no es por él.
Nos cuenta Lucas que Jesús sanó de lepra a un grupo de diez hombres y que solo uno volteó y regresó para postrarse a sus pies y darle las gracias. Pero ¿qué pasó con los demás? ¿Acaso no recibieron los milagros de Dios? El Samaritano tuvo gratitud y reconoció a Dios en Jesús.
Hay que plantearnos de nuevo la pregunta para recapacitar, descubriendo con honestidad, si somos como este Samaritano o como aquellos ingratos que creyeron que merecían ser curados por su propia voluntad. Vamos poniendo orden en nuestras acciones para reconocernos agradecidos por la misericordia de Dios, por sanar nuestras heridas y por curarnos de todo mal.
Aprendamos a dar las gracias, podemos empezar cada mañana al despertar y darnos cuenta del milagro de la vida hecha en nosotros; sigamos con el agradecimiento a nuestra familia, padres, hermanos, abuelos, a nuestra pareja y a nuestros hijos por lo que hacen por nosotros diariamente y muchas veces sin que lo pidamos. No demos por hecho que es su obligación atendernos, al contrario seamos testigos de su esfuerzo para que a nosotros no nos falte nada, o a que nos faciliten lo necesario para nuestro día a día.
La vida es muy dura si nos encerramos en nosotros mismos y el agradecimiento despierta en nosotros al amor. Porque es por amor que Jesús murió en la cruz por nosotros.
Vivamos agradecidos cada día de nuestra vida y compartamos esa alegría con los demás, siempre.
Propósito de hoy: Desde este despertar agradezco a Dios por mi vida, mis dones y virtudes; por mi salud y el amor que descubro en mi para poder agradecer a los demás que son parte de mi vida y que están aquí para mí, como yo para ellos.