23 DE SEPTIEMBRE: TODOS SOMOS HERMANOS.

Lucas 8, 19-21 “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.

Qué interesante la respuesta de Jesús cuando llegan a decirle que lo buscan su madre y sus hermanos, y nos sorprende porque para él, todo aquel que escucha la palabra de Dios son su madre y sus hermanos.

¡Sí!, ¡a ti y a mí, a todos, nos llama su madre y sus hermanos!

También nos dice que no basta con escuchar su Palabra, que lo más importante es que le demos sentido a su Palabra, que le demos vida, que seamos ejemplo de que aparte de escuchar, ponemos en práctica lo que nos enseña; y así, damos frutos que reflejan que somos hijos de Dios.

Jesús nos trata a todos por igual, estamos hechos a su imagen y semejanza, con el mismo amor y con la misma intención de que compartamos nuestros conocimientos mutuamente. Que yo pueda ayudarte y que tú estés preparado para recibir mi ayuda, tanto como yo estar preparado con un corazón humilde a recibir de tu ayuda, cuando la necesite.

Vivimos situaciones difíciles, de guerra en algunos lugares, injustas. Momentos desagradables cuando dentro de nuestras iglesias hay desprecio, cuando aquel que ayuda en el templo se siente tan dueño del del templo que cree tener poder para maltratar y juzgar. Vivimos dolor en silencio y olvidamos que no estamos solos. Que aparte de ternos unos a otros como hermanos, tenemos la presencia de María nuestra madre celestial y de Dios Padre, que nos habla para consolarnos y para guiarnos hacia una mejor convivencia mutua.

Jesús en la cruz, nos dejó a su madre como madre nuestra y nos pidió también que cuidáramos de ella, que la recibiéramos en nuestro corazón, porque somos una misma familia. Seamos personas de bien, aprendamos a convivir unos con otros, a respetarnos, a darnos una palabra de aliento, a reconocernos como hermanos que desean que haya paz. Vivamos listos para escuchar la Palabra de amor de Dios y ponerla en práctica perdonando, siendo bondadosos, amables, escuchando con atención cuando alguien nos habla y nos pide ayuda; podemos intentarlo.

Que la voz de Dios, sea la que nos habla todo el tiempo, tengamos oídos atentos para atender su llamado y poderlo compartir con nuestros hermanos. Seguir la palabra de Dios es dirigirnos por el camino donde el Sembrador echó su semilla y cayó en buena tierra.

Propósito de hoy: Quiero escuchar la Palabra de Dios y actuar de la mejor manera posible, sabiendo que en su Palabra, encuentro la fortaleza para seguir a su lado.