Juan 19, 25-27 “Ahí está tu Madre”.
La escena de la crucifixión, tan dolorosa, nos presenta a una Madre que sufre por el dolor de su Hijo amado. Y también representa aquel “Fiat” de María, cuando le dijo que “Sí” a Dios, y predispuso su vida ante una verdad absoluta de la que ella fue parte primordial. En Juan 2, 35, leemos lo que ya estaba escrito: “Y a ti una espada te atravesará el corazón”. Y esa es la espada del dolor de una Madre que afronta las injusticias de un pueblo que renegó ante el amor de Dios Padre.
Nuestra Señora de los Dolores, a quién recordamos hoy, después del día de la Exaltación de la Cruz, es la primer discípula de Jesús, es la elegida por Dios para encontrarnos con el amor; el amor de Jesús. Es María que sufre y es María que acepta.
Estando en la cruz, Jesús ve en el discípulo que más amaba, el nuevo hogar de su madre y ahí le dice: “Ahí está tu Madre”, dejándonos una vez más su amor y compasión, porque al momento que dice esas palabras, María se convierte en Madre de la Humanidad, en la Nueva Eva, en la mujer que nos ayuda a estar más cerca del Hijo de Dios. Jesús protege a María cuando la encomienda con Juan, no la abandona en su dolor, la cuida hasta el último momento, como un hijo amoroso. Y es en Jesús que debemos poner nuestra atención, porque de él, hay imitar sus obras, sí, “copiarlo”, repetir sus acciones y comportamientos y también tener misericordia por nuestra madre hasta el último día.
Ser como Jesús en bondad, en amor, en entrega para cuidarnos unos a otros, que sus palabras se nos queden grabadas y que al escuchar “aquí está tu Madre”, nos demos cuenta que en María tenemos el consuelo eterno, que es en ella que ponemos nuestras oraciones para que nos proteja, nos cuide y nos permita llegar a su Hijo a través de su amor maternal.
María, la primera que tuvo fe, que confió y que dijo sí al Señor nuestro Dios, es nuestro mayor ejemplo para sembrar amor en todo momento y para aceptar, aquello que nos pide Dios.
Seamos como ella, fieles a la Palabra de Dios.
Propósito de hoy: Que mi camino vaya siempre dirigido a imitar la voz de Jesús en la Cruz y a aceptar compasivamente lo que está preparado para mi. Padre, aumenta mi fe.