Lucas 14, 1.7-14 “Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”.
¿Qué nos querrá decir Jesus, con esta lectura del Evangelio de Lucas? Nos habla de humildad. Hay que invitar a los que nadie quiere, a los que están en el olvido, al que no tiene mucho que ofrecer. A diferencia de compartir con los amigos, o los parientes, los que que tienen más, porque entonces ellos harán lo mismo para recompensarte. Es como el ‘te doy algo y tu me debes algo después’. Y la vida no es así, no. Yo te doy algo, te ayudo, te invito solo porque tu presencia hará una diferencia en mí y eso va a ser suficiente. Y nos dice dichosos, porque en Dios encontraremos nuestra recompensa.
¿Alguna ves has recibido las atenciones o el cariño y respeto de alguna persona sin esperarlo? Yo imagino que sí. Y es ahí donde está Dios, en la humildad de los corazones. Y agradecer que, en la sencillez del otro, me ayude a escuchar la voz de Dios.
Servir a los demás con alegría, le da un sentido a nuestra vida, ya sea nuestro hermano enfermo, nuestro padre adulto, aquel que se quedó sin un hogar, o el que lo ha perdido todo. Ellos son vulnerables y aprenden a vivir la alegría que nos da el amor de Dios, lo conocen como el camino que los lleva con una gran fortaleza, a superar todo dolor, porque saben que es en el cielo donde está el justo y es el lugar a donde desean llegar.
Que nuestro propósito no sea estar en el primer lugar en la sociedad, que vivamos con humildad sin creernos más de lo que somos, como nos dice Jesús: “Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento”. Querer ser el primero o hablar siempre sobre ti mismo y enorgullecerte ante los demás, alabándote, puede hacerte vivir esta escena, donde solo tu seas quién cree que mereces ese lugar. Permite que tu humildad se anteponga a tu orgullo para que así, te reconozcan por tus méritos y te inviten a estar en el primer lugar. “Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.
Propósito de hoy: Quiero aprender de Jesús a servir a mi prójimo sin querer ser yo el servido, que mi corazón me llame a llevar la Palabra de Dios a mis semejantes para recibir lo que me corresponde, sin querer engrandecerme a mi mismo. Ayúdame a ser humilde.