27 DE AGOSTO: SOY CÓMPLICE DE TU AMOR.

Mateo 23, 27-32 “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, nosotros no habríamos sido cómplices de ellos en el asesinato de los profetas”.

Jesús sigue, al igual que en el Evangelio anterior, hablando a los fariseos y escribas hipócritas que desobedecen la ley a su antojo y no viven en la Palabra de Dios.

Cuando ellos solos, acusas a sus padres de asesinos, Jesús les dice: “Con esto ustedes están reconociendo que son hijos de los asesinos de los profetas. ¡Terminen, pues, de hacer lo que sus padres comenzaron!”

Y ¿a qué se refiere Jesús al decirles que terminen lo que sus padres comenzaron?…¡a que sigue él!

Jesús sabe que también a él lo van a asesinar. Él está anunciándoles algo que parece que no comprenden, como si ellos no fueran capaces porque ellos se consideran mejores que sus padres, ellos creen que siguen la ley de Dios, cuando en realidad lo que tienen es miedo de la voz de Jesús y lo rechazan como Hijo de Dios. Así, sus actos confirman que son igual a sus padres.

Cuando Dios nos creó, nos dió muchos talentos y virtudes que vienen siendo los dones del Espíritu Santo. Nos hizo de manera individual con un propio cerebro, con un propio cuerpo y por ende, nos dió la capacidad de poder hacerlo todo de manera individual. Cuando decimos que ‘somos así, por que así eran nuestros padres’, estamos cometiendo una acción en contra de Dios, porque él no nos hizo a imitación de nuestros padres, sino a imitación de su Hijo Jesús que es virtud y amor en todo el sentido de la palabra.

Dios es nuestro padre, entonces cuando decimos que nuestras acciones y la manera de conducir nuestra vida es porque ‘soy igual que mis padres’, nos justificamos por nuestra falta de capacidad para ser responsables de nuestras acciones y delegamos todo en ellos. En el caso los escribas y los fariseos, acusan a sus padres y a la vez se justifican para su beneficio.

No seamos cómplices de la maldad que hay a nuestro alrededor, seamos cómplices de la historia de amor de Dios por la humanidad que se hace Verbo y presencia en su Hijo Jesús, el Mesías, el Salvador.

Propósito de hoy: Que sea yo, el complice de tus milagros, de tu poder sanador, de lo que has hecho en mi vida y que mi corazón se alegre cada vez que pronuncio tu nombre santo frente a aquellos que me rodean, para dar testimonio de tu amor, que vive en mí.