22 DE AGOSTO: QUE NADA ME APARTE DE TU AMOR.

Mateo 22, 34-40 “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”

Cuando empezamos a aprender sobre Dios, desde que nos inician a la vida cristiana, por lo general nuestros padres o tutores, lo primero que aprendemos es Amar a Dios por sobre todas las cosas, ¿te acuerdas? Y en el Evangelio de Mateo del día de hoy, como siempre, queriendo hacerle una mala jugada a Jesús, los doctores de la ley, que se supone eran y siguen siendo los mas estudiados, le peguntan sobre el mandamiento más grande de la ley.

Jesús, conociendo sus intrigas, nunca es vencido, lo cuál genera en ellos un rencor porque Jesús lo sabe todo sobre Dios, ¡porque es Dios mismo! Jesús les dice también algo que seguramente no les agradó: “En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”. Como queriéndoles decir que él sabe que ellos conocen muy bien la ley.

Y nosotros ¿conocemos la ley de Dios? ¿Sabemos cuál es ese mandamiento mayor?: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Y viene la pregunta personal ¿cómo ando yo con estos dos mandamientos?, ¿cómo los vivo?, ¿me siento parte del plan de Dios?

Y todo es cuestión de fe. ¿Cómo anda mi fe?

Vivir el amor a Cristo nos lleva a un encuentro con nuestros hermanos y si tomamos como motor nuestro propio amor por Dios, vamos a tener éxito en nuestras relaciones interpersonales con los demás. Amar a Dios es hablar de él, es dar ejemplo con nuestras acciones de que conocemos ese amor; es querer vivir con un propósito y que éste sea servir a mi hermano, respetar a mis padres, perdonar al que me ofende y sentirme parte de Cristo en la Eucaristía.

Que nada nos distraiga del amor de Dios, ni que nos impida amarlo como él nos ama a cada uno de nosotros.

Propósito de hoy: Que nunca me distraiga de amarte Padre, que las cosas a mi alrededor, las tentaciones, los vicios, las malas compañías jamás me separen de ti.