Lucas 1, 39-56 “Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Hoy celebramos la solemnidad de la Asuncion de la Santísima Virgen María, como dogma de la iglesia y su “Nacimiento al Cielo”, o según la tradición bizantina, la “Dormición de María nuestra Señora”. Desde el siglo VII, esta fiesta es celebrada en Roma, pero fue hasta 1950 con el Papa Pío XII, que se proclamó el dogma dedicado a María asunta al cielo en cuerpo y alma.
La Dormición de María es para nosotros un signo de esperanza en la vida eterna. “Y fue vista en el cielo una señal grande: una mujer envuelta en el sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Ap 12. 1) ella es María de Guadalupe, nuestra Santísima Madre mexicana, que nos cubre con su divino manto.
María creyó en las palabras de Dios Padre y le dijo que sí. El “Fiat” de María dió comienzo a una historia de amor, una historia de fe, de esperanza y de gozo entre Dios y nosotros sus hijos amados. Y entonces ella respondió con el:
“Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada. Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia
para siempre’’.
Y así recordemos con amor el ejemplo de la niña de Nazaret; ella supo escuchar la voz de Dios y se convirtió en el primer testimonio de fe y de amor para todos nosotros. Sepamos pues, imitar a María, nuestra Madre en el Cielo y recibirla junto con su Hijo Jesucristo en nuestro corazón.
Propósito de hoy: Que mi amor por María se extienda como testimonio de mi fe para poder compartir con los demás las gracias y favores que ella hace en mi vida. Amén.