Lucas 12, 32-48 “Estén listos”.
¡Vamos a estar listos para Dios! ¡Sí, y con los brazos abiertos todos los días para recibirlo con nuestro amor!
Cuando vas a tener una visita, ¿te preparas para su llegada? O, no le das importancia…claro que nos preparamos, ponemos la mesa, adornamos la casa con flores, usamos una ropa bonita y todo porque esperamos con alegría que llegue nuestro invitado, ¿te ha pasado algo así?
Ahora, imaginemos que es Jesús quién viene a visitar nuestra casa, o más bien, nuestro corazón. ¿Qué harías? ¿Cómo te vas a preparar?
Jesús tiene una morada muy especial en cada uno de nosotros, solo que hay algunos que aún no se han dado cuenta, que esperan que Jesús llegue, toque la puerta y físicamente les diga algo así como ‘aquí estoy’. Sin embargo, él ya vive en nosotros, es parte de nosotros, su corazón es el que late en nosotros y lo podemos ver, cada despertar en el espejo, en el amanecer, en el canto de los pajaritos, en todo. Y hay que estar preparados para poder verlo.
Pero, ¿cómo me preparo para ver a Dios? Con agradecimiento, con servicio, con amor. Sí, un corazón agradecido es la mejor manera de abrir la puerta para notar que él ya vive en mi. Cuando me preocupo por el bienestar de mi familia, de mis amigos, cuando respeto a mis padres, cuando comparto mi riqueza – espiritual y económica; desde el momento en que estoy dispuesto a servir a los demás por amor, estoy alistándome a la llegada del Padre.
De igual manera, cuando limpio mi casa de emociones negativas, me estoy preparando para recibirlo. Sacudo hacia afuera el odio, el rencor, la venganza, el mal humor; me preocupo por limpiar bien mis virtudes, mis dones, mi manera de conducirme ante los demás, el trato sincero que doy, y el respeto con que le hablo a mi familia para empezar, a mis amigos, a aquellos que me dan un servicio.
Estoy listo para la llegada de Jesús a mi corazón cuando reconozco que lo necesito, que con él tengo el valor para enfrentar cualquier tempestad, que en él encuentro la paz que necesita mi corazón, que es por su gracia que puedo llevar una vida mejor, porque comprendo el perdón y puedo acercarme a quién he lastimado sin miedo, con humildad a decirle que lo lamento mucho.
Es Dios mi fuerza, mi verdad, mi amor.
Propósito de hoy: Quiero ser un mejor ser humano, imitando a Jesús, y poniéndome en sus manos para estar listo cada mañana y abrir las puertas de mi corazón a su bondad y a su amor por mi.