Mateo 13, 44-46 “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo”.
Puede que haya más de una interpretación a estas palabras que nos dice Jesús en este Evangelio de Mateo. A mi me gusta pensar que el Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido dentro de nuestro corazón. ¡Sí! Y que tenemos un gran regalo de Dios que está esperando a que nosotros lo descubramos.
¿Qué hacemos cuando tenemos algo muy valioso en nuestras manos? Creo que la respuesta común sería que ¡lo cuidamos!, que ¡lo protegemos! Que lo guardamos de tal manera para jamás perderlo. Y ¿qué tal si ese tesoro es el amor de Dios por nosotros?, ¿no haríamos lo mismo?
El gran tesoro que vive en nuestro corazón, sí en el tuyo y en el mío es ese amor incondicional que recibimos de Dios Padre. Y ¿qué significa es? ¡Que es Jesús quien vive en nuestro corazón!, ¡Sí! Es Jesús, nuestro Salvador, aquel que vino a morir en la cruz por amor a la humanidad, el que nos trajo su Palabra de vida eterna, el que nos ha enseñado a perdonar.
A nosotros nos corresponde alimentar ese amor, ser recíprocos en el perdón hacia aquellos a quienes ofendemos, en amar a nuestros enemigos también, en no sentir odio ni deseos de venganza ante aquellos que nos han lastimado. Todo nos lo ha enseñado Jesús, sí, ahí en la cruz. Porque fue en la cruz que pidió perdón por nosotros, que nos regaló a su madre, la Santísima Virgen María, y que nos recordó que vino a servirnos, a ser nuestro refugio, a que pusiéramos nuestra fe en el.
Cuidemos pues, nuestro tesoro que es ese amor desinteresado de Jesucristo, nuestro Señor. Que seamos testimonio de fe al ser gentiles con los demás, al ser el buen amigo, o la samaritana que se desvió por ayudar a aquel que tenía sed. No olvidemos que amar a Dios por sobre todas las cosas, que respetar a nuestros padres, que amar a nuestro semejante son el tesoro más valioso que tenemos, porque en todos encontramos a Dios.
Propósito de hoy: Gracias Padre, por tu misericordia, gracias por los dones que guardas en mi corazón para descubrir y compartir con mis hermanos. Gracias por ser el tesoro más preciado que vive dentro de mí.