28 DE JULIO: RECIBO LA SEMILLA DE LA FE Y LA FORTALEZCO.

Mateo 13, 31-35 “El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza”.

La semilla de mostaza es tan pequeña, que es difícil pensar que el Reino de los cielos es así de pequeño, ¿no crees? Pero, ese granito ¿en qué se convierte? En un gran árbol, robusto y fuerte donde las aves hacen su nido, nos dice Jesús, en este Evangelio de Mateo.

Entonces, ¿qué tal si nosotros somos ese granito de mostaza? Somos pequeños al ser concebidos y nos convertimos en seres humanos que brillan, nos transformamos en personas de bien, somos fuertes porque tuvimos a alguien que se preocupó por nosotros, para que creciéramos saludables y con amor. Tal vez así te ha sucedido a ti o a mí, y existe también el granito de mostaza pequeño que se ha sembrado en nuestro corazón y que poco a poco va tomando vida y crece a ser un inmenso árbol de fe.

Sí, porque esa semilla es Dios en nosotros. No importa la edad, ni el momento, ni el lugar en donde esa semilla se plantó en nuestro corazón. Al alimentarla con buena voluntad, en la verdad del Hijo de Dios, con humildad al servicio que sentimos hacia los demás y el respeto con que tratamos a todos y a todo lo que nos rodea, nos vamos a convertir en parte del Reino de los cielos. Y, ¡es así como se asemeja el crecimiento valeroso del árbol de mostaza a nuestra fe!

La alimentamos todos los días, le pedimos a Dios Padre que nos de su gracia para que esa semilla de la fe se vea fortalecida, que no sucumba a las tentaciones, que no nos aleje de su amor, que no lleguen falsos profetas a enamorarnos y que en nosotros nunca desfallezca la relación que tenemos con el Sembrador que plantó la semilla de su amor en nosotros.

El Reino de los cielos sí que es como la semilla de mostaza, porque en nosotros vemos multiplicados los dones y talentos que nos fortalecen y que son sembrados por el Espíritu Santo. Nosotros somos ese Reino de los cielos, somos la semilla plantada para dar frutos de fe. Somos testimonio de que el amor de Dios, se transmite, se comparte y crece sin parar como ese árbol donde los demás hacen su nido de amor, de paz y de esperanza.

Tú y yo, somos esa semilla que planta Jesucristo para que se de a conocer su amor, por medio de cada una de nuestras acciones. Tú y yo somos los elegidos para alimentar nuestra fe y la de aquellos que apenas recibieron la semilla del amor de Dios en su corazón. Que no se nos olvide jamás.

Propósito de hoy: Quiero que mi fe crezca tan grande como el árbol de mostaza, para dar fruto abundante del amor que Dios ha sembrado en mi corazón, que empezó tan pequeño como esa semilla de mostaza.