Mateo 12, 1-8 “Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a quienes no tienen ninguna culpa”.
La culpa es una emoción muy poderosa que nos invade y que muchas veces, alguien ajeno a nosotros mismos nos la impone. En este Evangelio de Mateo, los fariseos quieren que se castigue a los discípulos que van por el camino cortando espigas y comiendo sus granos, en un día sábado. Y tal como hoy día, van viendo lo que hacen los demás en lugar de centrarse en sus propias acciones.
Jesús responde: “Misericordia quiero, y no sacrificios”. Él ha venido a sembrar amor entre nosotros y quiere que dejemos de juzgar a nuestro prójimo; él quiere que sepamos ser buenos hermanos, que nos apoyemos unos a otros, que en la misericordia de Dios, podamos ser generosos y descubramos nuestros dones para ponerlos al servicio de todos. ¡Sí! No quiere que los guardemos, o que los escondamos.
Cuando hacemos un ayuno, por ejemplo, no debemos publicarlo en ningún lugar, ni poner cara triste porque entonces, el propósito de ayunar para Dios pierde significado. Es verdad que hacemos sacrificios, omitimos comer lo que nos gusta, o tal vez asistir a actividades que también nos gustan, sin embargo, con prudencia cualquier sacrificio es bienvenido para Dios Padre, siempre teniendo en cuenta que nuestras acciones deben ir a la par del sacrificio. No solo hacer por hacer, para que otros nos vean, o nos feliciten.
Hacer el bien, sin mirar a quién, es lo que nos motiva a ser mejores seres humanos, y si tú aún no lo entiendes, pues ¡te tengo buenas noticias!, puedes empezar hoy mismo. La misericordia de Dios es tan grande que nos perdona aún si no lo merecemos, él nos da una oportunidad tras otra, para que vivamos en armonía; quiere que imitemos a Jesucristo, que seamos obedientes a su Palabra, que al servir a los demás lo hagamos con amor. Quiere que nos liberemos de culpas innecesarias que solo marchitan nuestra vida, y contagian a los demás de amargura.
También nos pide: arrepentimiento…misericordia…compasión.
Hoy es un día perfecto para empezar de nuevo. Para recapacitar en lo que profesamos, para ser coherentes con nuestra fe y nuestro comportamiento. Vamos diciéndole a Dios que entendemos que él quiere que nos llenemos de su amor y así dejar de ver lo que hacen los demás, dejar de juzgar y primero ver nuestro propio comportamiento para ser mejores y dar testimonio de que Jesús vive en nuestro corazón.
Propósito de hoy: Quiero ver con tus ojos de misericordia para no castigar, por mis faltas, a alguien que no lo merece, porque no tiene la culpa.