Mateo 10, 34-11, 1 “Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”.
Jesús le habla a sus discípulos con sabiduría, cuando los manda a llevar su palabra a diferentes ciudades, los envía en la misión de compartir con otros su verdad, su justicia y su amor. Les otorga la gracia de sanar mentes enfermas, corazones lastimados, de expulsar demonios y les dice que todo aquel que les abra la puerta y que los escuche, lo están recibiendo a él; concluyendo que, el que lo recibe a él, recibe a Dios Padre.
Durante el Ángelus del 2 de julio del 2017, el Papa Francisco hace una referencia a este Evangelio de Mateo, en la cuál podemos tomar protagonismo y nos dice: “Hay una reciprocidad también en la misión: si tú dejas todo por Jesús, la gente reconoce en ti al Señor; pero al mismo tiempo te ayuda a convertirte cada día a Él, a renovarte y purificarte de los compromisos y a superar las tentaciones”. Es una invitación a seguir la misión de Cristo, recibiendo la gracia de su amor. Sí, es por nuestras acciones que seremos reconocidos, nos decía Santa Teresa de Calcuta, y el Papa Francisco nos llama a imitar a Jesús, a hablar de él, a compartirlo con los demás y a dar testimonio por medio de nuestro comportamiento, de que creemos en Dios, de que vivimos una conversión fecunda, en que aprendemos a ser genuinos, humildes, honestos, porque es al creer en él, que nos llena de su gracia.
Si nosotros recibimos a Jesús, estamos recibiendo al Padre y ese recibir consiste en dejarnos amar por él, en dejarlo actuar en nosotros, en sentir la fuerza de su espíritu en nuestros pensamientos.
Nos habla también de misericordia: “Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”. Ser justos, ser bondadosos, ser buenos, hablar con la verdad de Dios, glorificarnos en su amor, nos va a ayudar a dar testimonio de fe para reconocerlo en cada uno de nosotros.
Vamos uniéndonos en oración para pedir tú por mí, y yo por ti, para poder ser misioneros de la Palabra de Dios, para que la gente nos reconozca también como hijos de Dios y contagiarlos con el amor que Dios pone en cada uno de nuestros corazones.
Propósito de hoy: Quiero reconocerte Jesús en mi hermano, pero quiero más ser yo reconocido por mi hermano como un hijo tuyo, llevando la paz y tu verdad a mis amigos y a mi familia. Que sea yo, tu voz en el silencio.