Mateo 9, 14-17 “Nadie remienda un vestido viejo con un parche de tela nueva”.
Estamos hablando de ¡una vida nueva!
Sí, Dios nos da la oportunidad de reaccionar, de darnos cuenta qué es lo que queremos: ¿Parchar nuestro errores con mentiras?, o ¿rectificar y remendar lo que hay que corregir?
Qué interesante dilema, ¿verdad?
¿Estamos en búsqueda de la verdad para seguir el camino que nos lleva hasta Dios, o vamos divagando por ahí aceptando imitaciones y falsas verdades que nos engañan, en lugar de esforzarnos un poco más por hacer las cosas bien? Hacer la voluntad de Dios y permitirle actuar en nosotros, siempre va a ser la mejor opción. Llenarnos de su misericordia, como Jesús en la cruz, nos permite darle valor a nuestra vida, sin parches ni engaños.
Una vida nueva es dejar los rencores atrás, es acercarnos con cariño al otro y con el arrepentimiento del corazón pedirle perdón por haberlo ofendido. Es hacer las cosas por convicción, porque tenemos fe, por que creemos; es buscar la paz y darnos cuenta que Dios ha puesto en nosotros dones y talentos para desarrollarlos, para entenderlos y para compartirlos con quien nos rodea. De nada nos sirve tener el don de la sabiduría de Dios, de la inteligencia, del amor, si no hablamos de ellos, si solo nos sentimos privilegiados y hasta cierto punto arrogantes, en lugar de ser un ejemplo para los demás.
Hay que remendar ese vestido viejo con amor, que nuestras experiencias buenas y malas se vean renovadas por actitudes diferentes donde logremos la plenitud que hay cuando amamos a Dios. Hay que abrir el corazón a la esperanza de la vida eterna, de la resurrección y de la misericordia para lucir radiantes porque nos reconocemos personas nuevas llenas del amor infinito de Dios.
Propósito de hoy: Renueva mi corazón con tu amor porque soy un hombre nuevo y bendecido.