Lucas 1, 57-66. 80 “¿Qué va a ser de este niño”.
Y ese niño era Juan, el Bautista y nos habló del que vendría a bautizar con fuego: “Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de los pecados”.
Ese niño, dicho por Jesús: “En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no hay otro mayor que Juan el Bautista”, nos dice en Mateo 11, 11; Juan, quién fue su primer testigo, último de los grandes profetas de Israel, que por medio del bautismo, se perdonan nuestros pecados. Nacido de una anciana y de un hombre que quedó mudo al dudar de la Palabra de Dios; Juan, un milagro, que brincó en el vientre de su madre, al recibir la visita de su prima María, la Madre de Dios.
Hoy, en la iglesia celebramos la Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista y recordamos que el 29 de agosto celebramos la memoria de su martirio. Nuestra iglesia, celebra el nacimiento y la muerte de María y de Jesús y solamente la de Juan el Bautista, y de nadie más.
Encontramos en la figura de Juan, un ejemplo de verdad, de obediencia, de rectitud y sufrimos con él su martirio, ése al que fue sometido por la venganza de una mujer. Un hombre santo, bueno, devoto y que amaba a Dios por sobre todas las cosas, que nos ayuda por medio del sacramento del Bautismo a llamarnos hijos de Dios, a decir la verdad de Dios, a sentir que todos tenemos un propósito en la vida que debemos descubrir, para la gloria de Dios.
Vamos uniéndonos en oración, con Juan el Bautista, para dejarnos llenar del amor de Dios y se fortalezcan nuestros valores, para hablar con honestidad, aún si a otros les molesta. Vivamos a Jesús en la oración, dejémonos guiar por su voz, sí, esa que escuchamos dentro de nuestro corazón.
Propósito de hoy: Quiero ser un reflejo de tu amor y seguir los pasos de Juan el Bautista, para alcanzar la gracia de tu amor y tu misericordia.